El duelo en que se han convertido las fiestas de Lodosa debería servir al menos para la reflexión en torno a ciertos espectáculos que entrañan riesgo para la seguridad de las personas. Existen argumentos, unos más convincentes que otros, para todos los gustos sobre la utililización de animales en ese tipo de espectáculos. Ahora bien, cuando esos espectáculos se llevan a cabo, lo mínimamente exigible es un control que garantice la seguridad especialmente de quienes no participan en ellos, como es el caso del lodosano fallecido y la persona herida durante el encierro de ayer. No se trata de un incidente aislado, ya que, al parecer, también anteayer un novillo se salió del vallado, y los últimos años han dejado un balance preocupante en lo que a esa falta de control se refiere; hace dos años murió un joven de 16 años arrollado por un manso en un encierro en Cabanillas y el pasado año en la plaza de toros de Tafalla estuvo a punto de ocurrir una verdadera tragedia cuando un toro saltó al tendido. Más allá de polémicas en torno a la idoneidad de una u otra forma de diversión, por tanto, es preciso no sólo aparentar, sino también demostrar la máxima responsabilidad .