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Noche de marcha, mañana de fervor, tarde de blusas y neskas
El día grande de La Blanca dejó tras de sí una fiesta marcada por los actos religiosos y taurinos, que evocan un programa del pasado. Sólo los conciertos nocturnos y la presencia de las cuadrillas de blusas y neskas dieron color a un jornada repleta de orquestas y ferias, pero escasa en actividades dirigidas a los más jóvenes, que tomaron las calles durante la noche.
Ion SALGADO | GASTEIZ
La resaca de Celedón dio paso a la celebración del día de La Blanca. Una devoción religiosa para los presentes en el Rosario, y festiva para los blusas y las neskas que tomaron ayer las calles de Gasteiz. Unas 2.000 personas vestidas de gala para la ocasión que aparcaron los katxis durante diez minutos para pasar revista frente a la imagen de la patrona, situada en la balconada de San Miguel.
El amanecer mostró dos realidades compatibles en fiestas. Por un lado, el retorno a casa de los gaupaseros, los últimos especímenes capaces de moverse a primera hora del día; y por otro, las colas de fieles en la plaza de la Virgen Blanca, las eternas devotas.
Todo un batallón, inferior al de años anteriores, formado por cientos de mujeres con flores recorriendo las calles del centro de Gasteiz a ritmo de rezos. Son dos posturas que conviven pacíficamente, salvo algún que otro rifirrafe esporádico motivado por las diferencias religiosas. Unos veneran una estatua de piedra y otros una botella de cristal.
Lo cierto es que la procesión del Rosario del Aurora es la avanzadilla de una mañana marcada por los actos religiosos y las ofrendas a la Virgen Blanca, patrona de la ciudad. Entre estos eventos, destacan la Misa de la Aurora y la Misa Pontificial, dos celebraciones que devuelven a la ciudad a la década de los 50, cuando las fiestas de Gasteiz giraban sobre dos ejes: toros y religión. Una versión festiva peculiar asentada durante la dictadura franquista y que aún mantiene un pequeño grupo de adeptos, veteranos de las fiestas gasteiztarras. El obispo de Gasteiz, Miguel Asurmendi, aprovechó la ocasión para animar a acudir a la Jornada Mundial de la Juventud, que se celebrará en Madrid con la presen- cia del Papa.
Durante la mañana, la capital alavesa vive en una especie de burbuja. Se trata de una ciudad dirigida a las personas adultas donde no tiene demasiada cabida la gente joven, que aguarda la noche en la cama y la sombra de la Kutxi.
Sin embargo, esta situación comenzó a cambiar a partir de las 15.00, cuando los blusas y las neskas comenzaron a tomar posiciones en los restaurantes del centro de Gasteiz. Las cuadrillas celebraron sus comidas, y con el estomago lleno se dirigieron hacia la Plaza Nueva, desde donde partió el primer paseíllo de ida de la fiestas de este año. Un recorrido hacia la plaza de toros en el que tomaron parte 24 cuadrillas de blusas y neskas.
Una vez en la plaza, las cuadrillas se dispersaron en los bares de las inmediaciones, unos lugares donde poder disfrutar de una tarde a la fresca. Tras la partida de mus y el cubata de las 19.00, la comitiva regresó de nuevo al centro de Gasteiz, un recorrido animado por el alcohol y compartido con todos aquellos gasteiztarras que se acercaron a ver el desfile.
Con el paso de las horas y la cercanía de la noche el ambiente se fue animando en el Casco Viejo gasteiztarra. Las calles de Alde Zaharra se fueron llenando de txarangas y la música animó las improvisadas terrazas de la Cuchillería y de la Zapatería. Dos calles sumidas en la fiesta, y marcadas aún por la suciedad acumulada el día anterior.
Sin perder el tiempo, la comitiva se fue dispersando a lo largo de las calles de Gasteiz. Miembros de Txolintxo, Txirrita y Txinpartak se acercaron hasta la Catedral Nueva, de donde partió la manifestación con motivo de Amnistiaren Eguna, sembrada de polémica por las trabas impuestas por el Departamento de Interior de Lakua [ver página 11].
Una noche de conciertos
Con la marcha, los blusas se acercaron al recinto de la txosnas. La zona del Campus Universitario fue calentando motores de cara a una noche marcada por la música rock de Soulbreaker y Capsula.
Los más nostálgicos encontraron un referente en la Plaza del Machete. En esta zona la Comisión de Blusas y Neskas acercó a los presentes las canciones de Pantxoa ta Peio, una pareja más que clásica en la música popular de Euskal Herria. La contrapartida llegó de la mano de Carlos Baute, un concierto previsto en el programa oficialista del Consistorio gasteiztarra. El cantante venezolano actuó en el escenario de la Plaza de Los Fueros, un escenario preferente al que sólo se puede subir con el beneplácito de las autoridades locales, actualmente del PP.
Con los últimos acordes de Soulbreaker, la fiesta volvió a las txosnas y a los bares de Alde Zaharra. Una buena manera de dar la bienvenida al fin de semana y prepararse para la avalancha de visitantes prevista para hoy.
Calendario de relleno
Como en años anteriores, el programa del día grande de Gasteiz dejó de lado a los jóvenes de la capital alavesa. Entre los reclamos diseñados por el Gabinete de Maroto abundaron las bandas musicales dirigidas a la tercera edad. Un pasatiempo en el que participa el Departamento de Interior, a través de la Banda de la Ertzaintza.
Asimismo, entre la apuesta festiva figuraron diferentes muestras de herri kirolak. Bueyes y piedras de cien kilos para deleitar al personal congregado en la Plaza de Los Fueros. Todo un acontecimiento no recomendado para cardíacos, ni para menores de 50 años.
El Consistorio puso sobre la mesa un programa de actividades dirigidas a los más mayores, como el certamen de jotas de la plaza del Conde de Peñaflorida o el concurso de «lanzamiento de abarca». Cuando cayó la noche, los jóvenes tomaron el relevo.
A primera hora de la mañana, quienes veneraban a la botella de cristal se cruzaron con los devotos de la Virgen que recorrían Gasteiz con sus rezos y sus flores.
Pasadas las 17.00 empezó el momento más deseado para muchos blusas y neskas de Gasteiz. El txupinazo es una buena manera de comenzar las fiestas de La Blanca para el resto de los mortales, pero para un blusa hasta que no pisa la pasarela de la fiesta, el paseíllo, no han comenzado oficialmente los festejos. Y todo tras una noche en la que muchos blusas y neskas, hasta el momento en el «anonimato» -el traje no se puede vestir hasta el día de la Blanca- optaron por no trasnochar demasiado, por eso de que los quehaceres del día grande requieren de bastante descanso y mucha actitud.
Ayer, pues, llegaban ansiosos en el primer paseíllo de las fiestas de Gasteiz. Con una ikurriña en mano y dos bueyes que tiraban del camión llegaba la primera cuadrilla de la caravana, Batasuna, identificada por una trabajada pancarta con una estampa sobre De Gaunix y el druida Kerejetix, que ya daban una pista de lo que es el paseíllo para aquellos gasteiztarras olvidadizos y turistas despistados.
Las claves para un buen desfile son claras: consisten en un amplio suministro de bebidas alcohólicas, en ayudarse de cualquier artículo de plástico y mucho color, y en tratar de plasmar algún baile ensayado; en caso contrario ahí están los socorridos saltos con movimientos de brazos. Con estas tres claves, las 22 cuadrillas que pasearán hasta el martes tratarán de pasárselo en grande, es más, puede que hoy ya lo hayan logrado.
Los espectadores mas organizados ya tenían la terraza reservada un cuarto de hora antes de empezar el desfile, pero a medida que iban pasando las cuadrillas, los bordes de la calle Dato se convertían en una auténtica aglomeración. Es sin duda el acto mas gamberro de la programación festiva gasteiztarra. La cuadrilla Karraxi, acompañada por la txaranga Musikaña, fue la segunda en salir, y después de ella los Txinpartak, donde se hacía notar un veterano con una pañuelo en la cabeza que lo daba todo junto a los más jóvenes. Lo que hacía especiales a los Bereziak era el complemento estrella, las pistolas de agua, que se agradecían en la soleada tarde de ayer.
Los parones suelen ser norma en un paseíllo que no se caracteriza precisamente por su puntualidad germánica ni por su orden, lo cual ocasionó algún conflicto entre cuadrillas, al no haber consenso sobre el orden de salida, así que al final entre los primeros y los últimos casi hubo hora y media de espacio. Es por eso que la mayoría de las cuadrillas rezagadas mostraban su malestar: «Cuando lleguemos ya tenemos que volver», reconocía una neska de la cuadrilla Hegoitarrak. El reloj daba ya las 18.30 -hacía media hora que debían haber llegado a la plaza de toros- y su cuadrilla todavía no había salido de la Plaza Nueva, por lo que aún les faltaba recorrer las calles Dato y Florida.
Por lo demás, el ambiente fue, como siempre, gamberro y cómico. Ver a un hombre que ronda los 50 años disfrazado de majorette dirigiendo a su grupo de blusas y neskas, o a una cuadrilla entera con embudos en la cabeza bebiendo del katxi con una jeringuilla sólo puede verse en Gasteiz estos días y en este sitio: el paseíllo. Ver las cuadrillas en acción produce la carcajada fácilmente. Pero observar a plena luz de la tarde los movimientos un blusa ebrio a quien la pulcritud con la que empezó el día le ha abandonado, pero que se afana en ponerse bien el fajín, puede ser incluso mas divertido.
Y ése es el cometido principal del paseíllo: que los blusas y neskas se lo pasen bien, y los espectadores se rían con ellos.
Las reacciones de la gente fueron y serán durante estos días tan variopintas como el peculiar espectáculo de blusas y neskas. Hay de todo. Están los espectadores fieles y los visitantes que no comprenden nada. Pero las calles seguirán llenándose para no perderse un detalle hasta el martes. Leticia MELON