GARA > Idatzia > Euskal Herria

África-euskal herria: billete de ida y vuelta con final feliz

Gracias a la ONG Tierra de Hombres y a la solidaridad de muchas familias vascas, más de doscientos menores procedentes de distintos países de África han venido a Euskal Herria en los últimos años para ser tratados de alguna enfermedad. Tras la operación y una rehabilitación que se prolonga durante meses, regresan sanos a sus hogares.

p012_f02.jpg

Oihane LARRETXEA

Hace apenas una semana que el pequeño Major llegó a Donostia procedente de Senegal. Tiene ocho años. Un problema en la boca que le impide hablar ha sido el motivo que le ha traído a Euskal Herria. Aquí le esperaban con los brazos abiertos los voluntarios de la ONG Tierra de Hombres y, por supuesto, Isabel Landa y Begoña Berroeta, quienes serán su familia de acogida mientras dure el proceso de rehabilitación del pequeño.

Major es uno de los más de doscientos menores que la citada ONG ha podido trasladar para tratar y curar su enfermedad desde 1997, cuando el proyecto «Viaje hacia la vida» echó a andar en Araba, Gipuzkoa y Bizkaia, según cuenta el delegado de Tierra de Hombres, Alfonso Roncero. Las niñas y niños que se instalan en hogares vascos de manera temporal tienen entre 0 y 14 años y provienen de Marruecos, Senegal, Togo, Benin, Guinea-Conakri y Madagascar, países en los que se desarrolla este proyecto. Así, aquellos niños y niñas a los que allí no se les puede subsanar su patología «sea por falta de medios, sea por falta de profesionales suficientemente cualificados» viajan a Euskal Herria con ese objetivo.

Tras largos trámites burocráticos, el país de origen del niño o de la niña le concede el visado para que el menor pueda entrar en la Unión Europea. Eso quiere decir que hay una familia esperándole, porque el primer paso siempre es encontrar un hogar de acogida. Para Tierra de Hombres la tarea no siempre resulta sencilla y, aunque no ha habido menores que se hayan quedado sin venir por falta de familias, es cierto que en algunos casos tardan tiempo en encontrarlas. «De hecho -explica Roncero-, en Bizkaia tenemos tres expedientes de tres niños que tienen que llegar y ya llevamos un par de meses buscando». Buscando y buscando, encontraron, entre otros muchos, a Carmen Monasterio y Bakartxo Imaz, vecinas de Bilbo y Donostia, respectivamente.

Como a una hija

El tipo de acogimiento que ofrecerá cada una es diferente. En el caso de Monasterio, se trata de una familia de acogida; es decir, aunque la pequeña se alojará mayormente en su casa, la vecina de Errekalde dispondrá de la ayuda de voluntarios para cubrir las horas de hospitalización, así como de una familia de apoyo. Mientras dure la estancia, esta segunda familia acoge a los menores durante periodos más cortos como, por ejemplo, los fines de semana. Y ésta es, precisamente, la tarea que desempeñará Imaz a partir de octubre, cuando la pequeña Julien llegue a Donostia desde Togo.

Para Monasterio ésta es la segunda vez. La primera fue en marzo del año pasado, cuando recibió a una niña de apenas un año. «En los ocho meses que estuvo en Bilbo aprendió a decir sus primeras palabras y a dar sus primeros pasos», recuerda emocionada. Ahora cuida de Aminetou, una pequeña de Mauritania, de seis años, que llegó en mayo para reconstruirse la mano porque se la quemó cuando tenía dos añitos. Afortunadamente, la operación salió «muy bien» y ahora se recupera favorablemente con un fisioterapeuta.

Mientras tanto, en Donostia, Imaz está acondicionando una habitación en su casa del Antiguo, donde sus hijos y su marido aguardan a Julien «con impaciencia».

Gracias a contar con dos familias, resulta más fácil compaginar el acogimiento con las responsabilidades y tareas diarias. Por eso, ambas voluntarias coinciden al afirmar que atender al menor y seguir con la rutina es más fácil de lo que puede parecer en un principio. «En realidad, es como si fueses su madre. Has de cuidarle como si se tratara de una hija más, aunque dentro de sus limitaciones», señala Imaz.

Otro de los motivos de que cada niño y niña disponga de dos familias es que puede tener más de un referente y, así, se evitar crear vínculos afectivos demasiado fuertes entre la persona adulta y el menor, porque tras varios meses juntos, ese lazo va a romperse. Ése paso es el más amargo de la experiencia. «Hay que asimilar que nosotros somos unos compañeros de viaje en su recuperación, aunque con sólo pensar en su partida siento una pena... ¡Ay ama!», suspira Imaz.

MÉDICOS Y CIRUJANOS, OTRO ESLABÓN EN LA CADENA SOLIDARIA

El doctor Francisco Oliver, de cirugía infantil del Hospital de Cruces, colabora en el proyecto desde hace seis años. Una ayuda altruista que realizan decenas de cirujanos y médicos de distintos centros hospitalarios vascos. Junto al doctor José Luis Blanco y un equipo de endocrinólogos, ha operado a muchos niños y niñas con malformaciones genitales, ya que estas patologías se derivan a Bizkaia, mientras en Gipuzkoa se tratan los problemas maxilofaciales y en el hospital Txagorritxu de Gasteiz, los de traumatología. «Las operaciones les cambian la vida, porque las malformaciones hacen que sufran exclusión social en sus paises», cuenta Oliver, que no tiene intención alguna de dejar «este vicio tan sano» que es la cooperación. O.L.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo