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Análisis | Fusión de BBK, VITAL, Y KUTXA

Cajas vascas: ¿Una estrategia de futuro?

El autor destaca que, tal y como ha sido presentada hasta la fecha, la fusión de las tres cajas no garantiza a futuro la titularidad pública y el cumplimiento de sus actuales objetivos sociales. Ante ello, defiende que todas las promesas en ese sentido sean suscritas y garantizadas. Será, un banco, uno más en el sistema, en el que quedarán muy lejos las promesas de sostenibilidad del arraigo social, la inclusión financiera y la cercanía a las demandas locales.

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Alberto CASTRO | Analista económico

Los presidentes de tres de las cajas vascas de ahorro -BBK, Vital y Kutxa- han señalado, una y otra vez, que el futuro de estas entidades sólo es viable si se suben en dos carriles: uno, en el de la fusión; y dos, en el de su conversión en banco. También dicen -no aportan compromisos firmados a fuego en sus declaraciones ni en el contrato de integración- que la obra social y el vínculo con el desarrollo económico de los tres territorios siempre estarán en el primer lugar de sus preocupaciones.

En este contexto, hay cosas esenciales a debatir en la sociedad, aunque a los presidentes no les guste lo más mínimo y deseen cumplir sus metas -¿también personales?- sólo con el respaldo de los suyos, es decir: PNV, PSE y PP.

Para empezar, el hecho de convertirse en banco supone, y nunca lo podrán negar aunque lo intenten, hacer desaparecer en el futuro la función diferencial de esas entidades de ahorro. Es cierto, por el momento, tan sólo se integrarán mediante un SIP (Sistema Institucional de Protección) las tres entidades, sin más socios, por lo que ese banco, esa licencia bancaria, vendría a ser un instrumento estratégico para desarrollar la actividad financiera.

No se procederá, según cuentan, a la privatización, por lo que la obra social quedaría a salvo mediante dotaciones procedentes de los resultados del banco. El contrato de integración aprobado por los tres consejos de administración sólo establece un compromiso de dividendo para inversión en obra social del 30% del beneficio anual para los tres primeros ejercicios. Las cajas, que mantendrían su personalidad jurídica, serán las gestoras de la obra social en cada uno de los territorios respectivos.

Pero, ¿en el futuro seguirá siendo así? Ellos no lo dicen, pero lo saben: la lógica del mercado es inexorable y el tiempo, aderezado con reformas ad hoc, dictará sentencia. El banco, resultante de la concentración de activos y pasivos de las cajas para el ejercicio de la actividad financiera, será entonces un integrante más del mercado, en el que los accionistas futuros, ajenos en ese momento a los intereses de los ciudadanos y ciudadanas de la CAV, pueden optar por aplicar la máxima del negocio: obtención de rentabilidad y dividendos para sus inversiones, más allá de las veleidades iniciales de salvaguardar la función social de estas entidades con raíces centenarias.

Será un banco, uno más en el sistema, en el que quedarán muy lejos las promesas de sostenibilidad del arraigo social, la inclusión financiera y la cercanía a las demandas locales.

¿Por qué se crea un banco si no hay necesidades objetivas? Los test de estrés del pasado mes de julio dejaron claro que se encuentran entre las más solventes del Estado. Por tanto, una fusión de tres entidades solventes dará otra, aún más solvente, pero todavía conectada con el cordón umbilical a la tierra si se mantiene como caja. La ficha bancaria no es, por tanto, la única opción para el crecimiento y la consolidación de la actividad.

Dicen, por otro lado, que podrán aspirar a mejores condiciones de competencia en el mercado. ¿Cuántos bancos están peor que las cajas vascas en el ranking de los test de esfuerzo de la Autoridad Bancaria Europea? ¿No gozaban de esa prebenda bancaria?

Me temo que es un tema de gestión más que de estructura societaria. Esto último lo ha dicho bien claro uno de los presidentes de la terna al hablar de «vocación» antes que de «necesidad».

En estas últimas semanas se han ido desgranando en GARA diferentes propuestas que cuestionan la operación, dado que piden garantías y censuran la bancarización por sus consecuencias directas en la economía de la CAV. Por ejemplo, desde LAB y Ekai Center se pone el dedo en la llaga al advertir un excesivo interés en cerrar la fusión fría y la conversión en banco sin aclarar su verdadero futuro a largo plazo.

No les cuadra, por ejemplo, ese calificativo de «banca social» o «banco de tu caja» defendida por los promotores, ni tampoco la ardua defensa de la bancarización como la única opción de futuro y con futuro.

Así, si Ekai Center habla de un «grave error estratégico», el sindicato abertzale, amén de definir el campo de juego idóneo para la fusión en materia de negociación laboral, deja sentada una propuesta esencial en el protocolo de integración de las cajas vascas: «Las partes se comprometen y garantizan que la entidad resultante no va a contar con nuevos socios ni capital privado en ningún porcentaje, que suponga el inicio de la privatización de la nueva empresa». Además, según el citado texto, las cajas, ya integradas, deberán garantizar el mantenimiento de la obra social y un importe mínimo anual para la misma.

Si colocan estas últimas cláusulas en el frontispicio de su nuevo edificio societario podemos empezar a pensar que sí es una estrategia de futuro la reunión de estas entidades. De lo contrario, todos sabemos el final de la historia a no muy largo plazo. Por el momento, el contrato de integración aprobado por los consejos de administración de BBK, Vital y Kutxa el 30 de junio no es ninguna garantía de futuro.

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