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Fermin Gongeta | Sociólogo

La tangada del poder

Al hilo de un tango cantado por Gardel, el autor analiza los engaños sobre los que se sustenta el sistema de poder actual. Afirma que la brecha entre los «super-ricos» y la base humana de miseria no deja de crecer y rebate los mitos de una «medianización» de la sociedad que diluye las diferencias de clase o el de la igualdad de oportunidades. La segmentación de la sociedad y su jerarquización, continúa, generan tensiones y una conflictividad a las que se debe prestar atención y apoyo. Bildu y el Movimiento de los Indignados, concluye, son un punto de arranque que debe tener continuidad con tenacidad y fuerza.

El ladrón hoy es «decente», y a la fuerza se ha hecho gente; ya no tiene a quien robar... Y el honrao se ha vuelto chorro, porque en su fiebre de ahorro, él se «afana» por guardar... Al mundo le falta un tornillo». Este tango lo cantó Gardel allá por el año 33. La tangada, el engaño, la hacen siempre políticos, empresarios y financieros corruptos..

El ladrón hoy es «decente»... Patxi López pretende subir el IRPF, el impuesto de las rentas de 120.000 euros, (dicen que existen) de un 45% a un 47%. A lo que no se atreve, es a poner ese impuesto en el nivel que antes se encontró, el 56%. De donde se concluye que los presupuestos sociales serán deficitarios.

El gobierno vascongado dice como que no; pero el Tribunal Europeo, ya el 9 de junio, afirmó que las «vacaciones fiscales» de 1993 eran ilegales. Se referían a la liberación del Impuesto de Sociedades durante 10 años, a favor de las empresas de reciente creación.

Patxi López equipara el fraude fiscal de las rentas más altas, de unos seis mil millones de euros, con el posible fraude en la percepción de las prestaciones sociales, unos trescientos millones. Seis mil, contra trescientos.

Al gobierno le falta un tornillo...

El honrado ¿se ha vuelto chorro, dejándoles hacer? La Dirección de Trabajo de Madrid, frente a Lakua y Ezkerraldea, aprueba el Expediente de Rescisión de Empleo de Asea Brown Boveri. La multinacional ha confirmado la destrucción de 132 puestos de trabajo.

Gamesa Aeronaútica se vendió a un grupo liderado por la Caja Castilla la Mancha. Ahora el gobierno de Abu Dhabi comprará el 71% de las acciones. Con la primera venta se enviaron al paro, en Araba, a unos 1.000 trabajadores.

Ikea de Barakaldo destruye -despide- 30 empleos, mientras cierra el ejercicio con un 10% de beneficios, sobre sus incrementadas ventas.

En el primer semestre de este año, son 239 las empresas que han entrado en suspensión de pagos, con los consiguientes despidos.

En el conjunto del Estado español, el «Radar empresarial» confirma una destrucción de 12.277 empresas del tejido productivo.

El desempleo sube en Bizkaia hasta el 13,7%. Dicho en números sangrantes: los desempleados en Araba llegan a 13.900; los sin trabajo en Bizkaia suman 75.200; En Gipuzkoa llegan a 33.300; y en Nafarroa alcanzan la cifra de 13.900. Sumamos, y nos avergüenza hablar de 162.200 parados, -ver GARA- y de los encarcelados, sin derechos cívicos.

¿Al gobierno le falta un tornillo? Lo que le falta es dignidad.

Hoy es sarcástico y vergonzoso hablar de un Estado de derecho. Se trata más bien de un Estado penal. Del pleno derecho ciudadano solamente disfrutan los enriquecidos.

Las desigualdades sociales se incrementan, en el reino español y en Euskal Herria, de manera exponencial, a la enésima potencia, sin tregua ni pudor.

El sistema político permite y promueve que en las desigualdades; los más ricos atesoren sin cesar beneficios y ventajas de todo tipo, al mismo tiempo que los más desfavorecidos acumulan obstáculos, desventajas, impotencia y miseria. Ellos se enriquecen cada día más, aplastando y destruyendo tejido empresarial, y arruinando vidas.

La brecha entre súper-ricos y la base humana de miseria sobre la que se sustentan, no deja de crecer.

Y es que la separación, distanciamiento y ruptura cada vez mayor, entre los grupos sociales, contradice plenamente la teoría tan mítica como errónea según la cual, la sociedad ha conseguido formar una «clase media» que englobaría el 90 % de la población. La medianización de la sociedad, esto es, la nula diferenciación de clases en términos de ingresos, de consumo, de educación etc., no se ha producido ni siquiera en los países más éticos y sociales.

De la misma manera, las estadísticas crecientes de las personas en paro destruye otro de los mitos fabulados por los medios de comunicación, políticos y empresariales. Es el mito de la existencia de una igualdad de oportunidades de todos los ciudadanos para acceder, sea a los mejores puestos de trabajo, o a los más prestigiosos y los mejor pagados; a las mejores viviendas, mejores servicios sanitarios, o las mejores universidades.

Vivimos en un sistema de crecientes desigualdades sociales. Y se trata de todo un sistema, porque estas desigualdades sociales no cesan de crecer brutalmente a través del tiempo.

Como consecuencia lógica, este distanciamiento extremo de las posibilidades de los ciudadanos, y su ilimitada jerarquización, conlleva inherente una tensión entre las partes, que normalmente se traduce en conflicto. Conflictos en los que se exige desde el derecho a una más equilibrada distribución de la riqueza, del acceso a la universidad, e incluso el derecho al acceso a posiciones institucionales. Más aún, el conflicto profundo se sitúa al nivel de las normas de legitimación del orden social imperante: a las rivales concepciones del mundo y de la sociedad, y en definitiva a la valoración de lo que es justo e injusto.

Ahora bien, esta desigualdad social, y la jerarquización consecutiva de los ciudadanos no es el resultado automático de una economía abstracta y ciega, como algunos pretenden. Tampoco es el resultado de la libre competencia entre los individuos, como declaran los neoliberales.

La segmentación de la sociedad, su jerarquización extrema y la consiguiente conflictividad, son el resultado de de las políticas públicas y privadas, basadas en el dominio, fuerza y poder de los grandes capitales sobre las clases sociales más debilitadas por ellos mismos.

Disminuido el poder de defensa y de lucha de los trabajadores y sindicatos tras la crisis de los años 70, los políticos no buscan un equilibrio y dignidad de vida para los más desfavorecidos, sino el crecimiento de su propio poder adquisitivo y social. De ahí que, lo único que hace explicable esta situación es la tan noble como vieja afirmación: nos hallamos en una clara y evidente lucha despiadada y desigual de una clase contra otra. La clase trabajadora, lo mismo obreros que oficinistas, y pensionistas, estamos siendo aniquilados. Sabiendo que el tsunami del poder llega siempre antes y con más fuerza a la clase más precaria.

Ante este panorama, dantesco para quien más lo sufre, defendemos, con Albert Camus, que la rebeldía es la actitud más comprensiva y grandiosa de la humanidad oprimida.

El anuncio del adelanto de las elecciones del Reino de España no es sino la mortaja para cubrir la indigencia generada injustamente por el gran capital.

En la lucha no hay alternativas. No es el momento de andarnos preguntando ¿qué hacer? La subida de votantes de Bildu en Euskal Herria, y la fuerza del Movimiento de Indignados en el Reino, no dejan de ser un punto de arranque a continuar con tenacidad, fuerza y constancia.

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