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J.D. Arrate: sí o sí

El equilibrio inestable en que lleva viviendo la Juventud Deportiva Arrate durante años amenaza con llegar a su fin y terminar con la desaparición del club eibarrés. Hace un par de semanas, la Diputación Foral de Gipuzkoa le negaba una subvención extraordinaria de 400.000 euros, que el club albiazul consideraba imprescindible para seguir adelante y poder hacer frente a los pagos más urgentes de una deuda cercana a los dos millones de euros, que esperaban afrontar con un plan de viabilidad en los próximos años. La Diputación accedió a adelantarles la subvención prevista para el próximo ejercicio, pero la actual junta gestora, que intenta mantener en pie el club, recibió la medida como un jarro de agua fría, afirmando que significaba en la práctica la desaparición del club. Aún así, se dieron de plazo hasta el próximo día 22 de agosto, en que deben rendir cuentas ante la Asobal para poder participar en la próxima Liga. Hace unos días los jugadores que aún se mantenían en el club, a la expectativa de posibles soluciones de última hora, dejaron de entrenar y recibieron el permiso de la junta gestora para hablar con otros equipos, en previsión de que el Arrate no pudiera salir a competir. La cuenta atrás está a punto de llegar a su final, y podría significar el adiós para un club histórico para el balonmano guipuzcoano y el deporte vasco.

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Juan Carlos ELORZA Periodista

Corría el año 1974 y el equipo de infantiles en el que yo jugaba a balonmano -con Angel, Osi, Roberto, Rafa, José Mari, Antón, Simón, Mielan, Xabi...- participaba en el Torneo San Juan de Eibar, organizado por la J.D. Arrate. Los oñatiarras participábamos en tres categorías, y ganamos en las tres. En dos años, cinco campeonatos de seis. Un abuso. No recuerdo si dejaron de hacer el torneo o no volvieron a invitarnos. Lo que sí recuerdo es que entre los organizadores ya estaban como directivos Iñaki Bolinaga y Juan Vergara-que unas semanas después se convertiría en presidente del club, el primero de los dos que ha tenido el Arrate en la División de Honor-.

El mismo día de nuestras finales, más tarde, en la vieja plaza de Unzaga -inclinada, como la Torre de Pisa, y cerrada para la ocasión con un muro de tablones para poder cobrar la entrada-, el Arrate (aún en Primera División, ascendería esa misma temporada) se enfrentaba en partido de Copa al histórico Granollers. En una portería el mítico Perramón, y en la otra Jose Mari Pagoaga, que empezaba su escalada a la cima. Los guipuzcoanos Labaca y Sagarribay jugaban junto a Prat, Calabuig y Aperador en el equipo vallesano, y se enfrentaban a los Ibarzabal, Ibargutxi, Txikito Zubeldia, Aristi, El Ruso Artuzamunoa, Eraso, Pilarte, Iceta, Santi Dosuna... El 14-13 final favorable a los eibarreses representó el climax para el público que abarrotaba el recinto. El recuerdo, para mí, se ha demostrado imborrable.

Cuatro años después, en julio de 1978, finalizaba el mandato de Juan Vergara y la Asamblea elegía presidente a Iñaki Bolinaga. Los periódicos de la época resaltaban que el paso del club por la máxima categoría había provocado un «déficit alarmante» de tres millones de pesetas. Luego llegarían la creación de la Federación Vasca, los partidos de la selección de balonmano de Euskadi, la Liga Vasca Juvenil en la que llegaron a jugar los equipos navarros, la creación de la Liga Asobal, la participación del Arrate en la Copa EHF en la temporada 2008-09, una ingente labor en el balonmano de base...

Ninguno de estos hitos de nuestro balonmano, ni muchos otros en los últimos 30 años, podrían entenderse sin la presencia siempre activa de la Juventud Deportiva Arrate, de ese grupo inicial, que en los últimos 32 años ha estado presidido por Iñaki Bolinaga. En mi opinión, sin duda, se trata del club referencial del balonmano vasco.

Y ahora mismo, salvo milagro o as que se saquen bajo la manga Juan Vergara y sus compañeros de gestora -y yo no lo descarto, me niego a descartarlo-, la Juventud Deportiva Arrate se encuentra en inminente trance de desaparición. Cerrando el círculo, Bolinaga, que había recogido el testigo de manos de Vergara, tuvo que ceder acosado por las deudas y la enfermedad, y Vergara ha vuelto a reengancharse al club desde la junta gestora actual, junto a otras personas, para tratar de resucitarlo, una tarea para la que cada día quedan menos esperanzas.

En estos más de 30 años, Bolinaga y el equipo que lideraba habrán hecho cosas bien y otras mal. ¿Quién no las ha hecho en este país? Políticos, empresarios, banqueros, dirigentes deportivos, obispos, funcionarios, seguro que también cada uno de nosotros... Si usted mismo se pone a pensar un minuto, se le ocurrirán varios casos. Si la reflexión dura cinco minutos, le dará un mareo. ¿Y cuál es el balance? Yo no tengo duda pero, dejando al margen los temas personales, mi conclusión es que la Juventud Deportiva Arrate, la que incluye a su equipo de Liga Asobal, merece sobrevivir. Si los resultados le llevan a otra categoría, que le lleven -no sería la primera vez, es la ley del deporte-. Pero si tuviera que desaparecer, que fuera por decisión propia, de sus socios o seguidores, pero no por una circunstancia económica como la actual.

Algunas personas entienden que la deuda que compromete su futuro es muy considerable, y comprendo su posición. Otras sostienen que no es para tanto, y también resulta entendible. ¿Y con qué lo comparamos: con el coste del TAV o con las necesidades de los parados; con los recursos destinados a Policía y Ejército, o la asistencia sanitaria; con los sueldos de nuestros numerosos y bien pagados cargos políticos y funcionarios, o los recursos destinados al desarrollo del euskara? El terreno de las comparaciones no ayuda a avanzar en una solución.

En mi opinión, el mayor pecado de quienes han estado embarcados en esta aventura del Arrate -acabando empufados muchos de ellos- ha sido la chulería que, por otra parte, nos caracteriza a los vascos. Y es algo que ha sucedido también en otros muchos proyectos a lo largo de los años, y que sucede todavía ahora. Nuestra capacidad para competir y soñar, para asumir riesgos a veces temerarios, es proverbial -en el terreno empresarial, lo tenemos como uno de nuestros mayores valores-, y la capacidad de trabajo de infinidad de personas gratis et amore en muchísimos clubes deportivos de pueblo -impresionante, tanto como incomprendida en numerosos casos- contribuye a potenciarla.

Una vocación y una voluntad por competir y mejorar los resultados que comportan un gran riesgo: que consigas los objetivos que te habías marcado, o incluso otros que considerabas inalcanzables (haciendo bueno el dicho de que «cuidado con lo que deseas, porque lo puedes conseguir»). Y en un país con recursos económicos suficientes -por ejemplo el nuestro, como se refleja en nuestra rica vida deportiva y cultural, actividades improductivas donde las haya-, y una tenacidad sin igual cuando nos comprometemos en un empeño -otros lo llamarían cabezonería-, los resultados acaban por llegar. Y con ellos, casi siempre, los problemas.

Porque, cuando tu equipo asciende de categoría ¿qué haces? Es probable que usted mismo lo haya vivido en su entorno, y la respuesta es casi siempre la misma: haremos un esfuerzo para cubrir el presupuesto, y adelante -¡ánimo para el Aloña Mendi en la Liga EBA de baloncesto!-. Buscaremos dinero donde sea. ¿Y si este empeño nos lleva a alcanzar la máxima categoría? ¿No sería un motivo para que tu pueblo, tu provincia, tu sociedad, se sintiera orgullosa? Sí, pero... ¿cuánto cuesta? No importa, lo sacaremos. Y a veces los proyectos deportivos arrancan sin red de seguridad, porque no da tiempo a colocarla, o porque las expectativas y las promesas recibidas no acaban de concretarse, y la tentación de subir al tren de la competición -que no espera- es irrefrenable.

En épocas de mayor bonanza económica, mal que bien, muchas iniciativas -deportivas, pero también de otro tipo. Dedique otro minuto para pensarlo, y si dedica cinco...- han tenido sus subvenciones económicas para seguir adelante, y las siguen teniendo. Desde mi punto de vista, casi siempre con buen criterio. ¡Y además, cuántas imágenes han proporcionado durante años a nuestros políticos en celebraciones de éxitos deportivos... Repase, repase la hemeroteca! Cuando vienen mal dadas, hay que apretarse el cinturón, y así debe ser. Pero la Juventud Deportiva Arrate se ha quedado sin pantalones a los que apretar el cinturón.

El debate sobre el pasado del club debería quedar a un lado -saldando las deudas pertinentes, por supuesto-. Si hay gente interesada, podría ser motivo para un curso de verano, o para los estudiosos. El presente es determinar, sin rodeos, si nos interesa que la Juventud Deportiva Arrate, ésta J.D. Arrate, siga viva. Aunque para ello tengamos que hacer un nuevo alarde de cabezonería. Por supuesto, sería necesario subrayar que hay que aprender de los errores del pasado, siendo conscientes al mismo tiempo de que nada nos protege (ni a la Juventud Deportiva Arrate, ni a nadie) de los nuevos errores del futuro.

¿Y quién es el destinatario de esa interpelación? Todos podríamos hacer algo, cada uno en la medida de sus posibilidades. Las instituciones, en la parte que consideren que les corresponda (subvencionando, o animando a otros a ayudar, o facilitando créditos, o lo que puedan hacer). Los clubes deportivos, de cualquier modalidad (hoy por ti, mañana por mí). Los clubes de balonmano (por solidaridad con uno de los suyos). Las familias de los chavales que han jugado -y de los que podrían jugar- en el Arrate (porque es una buena opción que mantener para ellos). Eibar, y quienes viven allí (porque el club es uno de sus patrimonios). Los medios de comunicación (por su propio interés). La Iglesia (porque en el escudo del club está la Virgen de Arrate, su primer domicilio social fue la parroquia de Eibar, y uno de sus promotores el presbítero director de la Congregación de Jóvenes de Arrate). Las empresas (porque el Arrate también lo es, produce educación deportiva para los chavales desde antes de que yo viera a Perramón en Unzaga, produce ilusión, y también el orgullo de pertenecer a un grupo humano que se prepara para competir cada vez mejor, porque produce espectáculo, fomenta la superación y la excelencia).

¿Y usted, y yo, que podemos hacer? Un ejemplo. Hace un par de décadas, el club deportivo más representativo de la provincia se encontró en la tesitura de convertirse en sociedad anónima o desaparecer. Y apeló a nuestra conciencia, a que en esa empresa todos éramos uno. Yo me lo creí, y compré un puñado de acciones -de las que no dan dividendos, a fondo perdido-. Ni antes había ido a Atocha -un par de veces- ni después he ido a Anoeta -otras dos o tres-, y hoy es el día que me siento satisfecho de aquel gesto.

No era una gran cantidad de dinero, pero sí importante para mí en aquellos tiempos. Lo hice y punto. Y, aunque más de una vez he renegado por los charcos en que se ha metido el club, por las ayudas a veces obscenas que ha recibido a cuenta de los impuestos de todos, por la injusticia que he percibido ante lo que he interpretado como trato de favor, estoy convencido de que comprar aquellas acciones era lo que podía aportar para contribuir a que ese proyecto, con sus luces y sombras, pudiera hacernos sentir orgullosos, aunque sólo fuera de vez en cuando.

¿Ponemos 10, 20, 50 euros, o 100, o 200, o lo que quiera cada uno? ¿Solicitamos a cambio un abono anual para ver al Arrate en el Polideportivo de Ipurua, o que sorteen algo... o no pedimos nada, y simplemente se lo damos a fondo perdido, porque podemos, y porque no queremos que este club desaparezca y ponga fin a su historia?

Algo así me gustaría que pudiéramos hacer por la Juventud Deportiva Arrate, ayudarle a salir del pozo en que se ha metido, para que nos siguiera dando alegrías -y seguro que también algún motivo de cabreo- muchos años más. Apenas queda tiempo, pero también parecía imposible imaginar desde aquella irregular y entrañable pista de Unzaga que el Arrate iba a convertir su nombre, acompañado del de Eibar, en uno de los iconos más reconocibles del mundo del balonmano, con aquellos locos a la cabeza, y ya ven... ¡Pura cabezonería!

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