Modificación exprés de la Constitución española
Oligarquía
Iñaki IRIONDO
Dijo ayer el secretario de organización del PSOE, Marcelino Iglesias, que entre los diputados y diputadas del partido habría debate sobre la reforma constitucional, al igual que lo ha habido en la dirección. Se ve que, aunque hace días que el Papa se fue de Madrid, todavía hay quien desde allí pretende hacernos comulgar con ruedas de molino. Debate es el intercambio de ideas y propuestas que se hace antes de tomar una decisión. Y esta decisión está ya tomada y rubricada por PSOE y PP. Lo que pueden hacer ahora los dirigentes y representantes del partido es, a lo sumo, aplaudir, disentir o desahogar sus conciencias. Debatir es otra cosa.
Lo peor es que desde las instancias más cercanas al propio José Luis Rodríguez Zapatero no han tenido empacho en hacer público que la decisión de emprender una reforma constitucional fue una especie de deshoje de la margarita que el presidente del Gobierno practicó casi a solas hasta minutos antes de sorprender con ella a ministros, diputados y ujieres del Congreso. A todos a la vez. Apenas Rubalcaba, Salgado y Rajoy estaban más o menos en el secreto.
Y ahora, todo el PSOE debe ir, prietas las filas, por el sendero marcado, aunque muchos ni lo entiendan ni lo compartan. Dicen que lo hacen por «responsabilidad». Pero también se le puede llamar oligarquía. Que es, en sus dos primeras acepciones del diccionario de la RAE, «el gobierno de pocos» y la «forma de gobierno en la cual el poder supremo es ejercido por un reducido grupo de personas que pertenecen a una misma clase social». Y los demás se dedican a balar o a asumir el silencio de los corderos.
Cuando los tiempos reclaman transparencia y participación en la gestión y lucha ideológica que evidencia que hay diferentes formas de afrontar la crisis, PSOE y PP sólo se ponen de acuerdo en caminar en sentido contrario.