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La ruta del vino más antigua y más moderna

Más de cien establecimientos conforman la oferta de la Ruta del Vino de la Rioja alavesa. La cultura y la tradición de la elaboración de este alimento se han mantenido durante siglos y continúan atrayendo tanto a expertos como a turistas aficionados al vino. La localidad alavesa de Guardia es testigo de toda esta historia que, seguro, persistirá durante años.

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Ane ARRUTI | GUARDIA

Bajo las faldas de la vertiente sur de la Sierra de Cantabria, limitando con el río Ebro, se extienden los viñedos más importantes y numerosos de Euskal Herria. El microclima idóneo para el cultivo de la uva ha hecho florecer todo el sector vitivinícola de la zona y, por supuesto, también el turismo relacionado con el mismo. La Ruta del Vino de la Rioja alavesa reúne cerca de una veintena de poblaciones, con más de cien establecimientos que proponen a los visitantes una infinidad de visitas guiadas, catas y ofertas gastronómicas y culturales.

La práctica de la vinicultura no es, sin embargo, algo novedoso de los últimos años, ya que, desde el siglo XV, hay indicios de que en Guardia existía una bodega donde elaboraban este preciado elixir. Todavía en el siglo XXI se sigue investigando y mejorando en la técnica o en los materiales, en cualquiera de las fases del proceso de elaboración, a sabiendas de que el vino, desde que se planta la uva hasta que se sirve en la mesa, es un elemento vivo.

Para conocer un poco más de este complejo y amplísimo mundo, visitamos dos bodegas, como una pequeña muestra de lo más antiguo y lo más moderno de esta cultura centenaria en continua evolución.

Mil años de historia

Tras cuatro años de remodelación y de intentar respetar en lo máximo posible la historia del edificio, la Casa Primicia, en pleno Casco Antiguo de Guardia, nos invita a viajar hasta el siglo XI. Es el edificio más antiguo de la villa de Guardia y fue un palacete durante unos cuatrocientos años. En el siglo XV, la Iglesia comenzó a recaudar los diezmos y primicias, impuesto que obligaba a los siervos a pagar una décima parte de la cosecha y los primeros frutos, y comenzaron así con la elaboración del vino.

Viendo la amplitud del edificio y puesto que en las excavaciones realizadas por arqueólogos durante la remodelación no se han encontrado restos de ninguna otra semilla o fruto, se deduce que la casa estaba destinada únicamente a la elaboración del vino, lo que deja al descubierto la importancia que tenía esta práctica en la Edad Media. «Casi con toda seguridad, creemos que elaboraban el vino dos veces al año en cada uno de los cuatro lagos que tenemos. Estamos hablando de 160.000 kilos de uva. Si tenemos en cuenta que esto representaba, como máximo, la décima parte de todo lo que se recolectaba en la zona, son 1.600.000 kilos de la época. Es una producción bastante grande para un pueblo de alrededor de 2.000 habitantes», explica Iker Madrid, nieto del viticultor Julián Madrid, quien en 1973 recuperó la Casa Primicia como bodega, y hasta los ochenta elaboró allí mismo el vino.

«La uva llegaba en carros tirados por bueyes y dentro de comportones», explica Iker. «Para ello, ampliaron la puerta y la uva caía directamente a los cuatro lagos. Ahí se pisaba y se obtenía el mosto. Además, existían prensas de madera para aprovechar aún más la uva, y podemos decir que la productividad era bastante parecida que ahora».

Iker Madrid destaca la importancia que el vino tenía en aquella época: «Hoy en día, aunque es parte de la dieta mediterránea como un elemento sano -tomándolo con moderación, evidentemente- se puede definir como una bebida. Pero, antiguamente, era mucho más. Era una parte sustancial de la alimentación. El vino tiene sus calorías y sus proteínas sus sustancias, era una parte indispensable de la dieta y estaba pensado como un alimento. Era bastante más saludable beber cerveza o vino que agua, porque el agua estancada era la causa de todas las epidemias. Pero la fermentación del vino mataba las enfermedades».

Casa Primicia es la bodega más antigua, asegura Madrid. «Yo no conozco actualmente ninguna bodega del siglo XV. Ni aquí ni en en toda Europa. Las francesas más antiguas son del s.XVIII», subraya.

Reservas de unos cinco años

Como ejemplo de modernidad, encontramos Ysios, perteneciente al grupo Domecq bodegas. Inaugurada en 2001 y diseñada por el arquitecto Santiago Calatrava, dedica toda su producción a la elaboración de vinos Reserva, realizado mediante un proceso muy manual. «Toda la uva, que se vendimia a mano, llega a los depósitos de fermentación en pequeños cajones, para intentar que llegue lo más entera posible, sin que se aplaste en un remolque. Tenemos una mesa de selección, a mano, y desde arriba toda la uva cae a los depósitos, todo por gravedad, mucho mejor para que la uva no se dañe. Se intenta cuidad al máximo cada paso para que al final haya una diferencia en la calidad notable», explica Silvia Carreira, relaciones públicas de Ysios.

Un par de meses después, el vino se transporta a las barricas, donde lo mantienen más de lo habitual: «Los reservas tienen que estar mínimo doce meses en barrica. En Ysios hemos decidido mantenerlos un poco más, entre catorce y dieciocho meses, dependiendo del tipo de vino», añade.

La bodega cuenta con una gran sala de 1.500 barricas, un 55% de roble francés, un 40% de roble americano y, como novedad, un 5% de roble húngaro. «Es un nuevo tipo de madera que se está comenzando a utilizar ahora, se está poniendo de moda. Estos años atrás, lo que el enólogo ha hecho es experimentar, probar, qué características tiene esa madera, los resultados son muy positivos y lo más probable es que en los próximos años aumente ese número», asegura.

Tras embotellar el vino, se mantiene en una sala más oscura. «Aquí los vinos deberían pasar dos años para ser Reservas, pero nosotros los mantenemos alrededor de tres. En total, como hemos alargado todos los plazos, hasta que salga el vino al mercado pasan más o menos cinco años, no solo tres. Son reservas un poco superiores, con más envejecimiento».

Ysios y Casa Primicia no son más que dos ejemplos de lo que se puede visitar en Guardia, pero el pueblo y la comarca ofrecen mucho más. En www.rutadelvinoderiojaalavesa.com encontramos la mayoría de la información para luego llegar y disfrutar del mejor vino.

Una bodega integrada en el entorno y la cultura

La arquitectura de la bodega Ysios salta a la vista por su espectacularidad y originalidad. Es la única bodega diseñada por Santiago Calatrava, quien trabajó junto a un equipo multidisciplinar de profesionales para construir «un lugar singular y vanguardista, exclusivamente concebido como lugar de culto y elaboración de vinos de máxima calidad, para lo que la opinión enológica fue determinante», explica Silvia Murillo, relaciones públicas de Ysios. El nombre es «un particular homenaje a Isis y Osiris, dos divinidades egipcias íntimamente ligadas con el mundo del vino».

Aquí se elaboran unas 300.000 botellas al año con la particularidad de que únicamente se elabora vino de Reserva y trabajan sólo con la el tipo de uva Tempranillo. «La filosofía es esa, elaborar vinos especiales, exclusivos, diferentes, modernos dentro de lo que cabe. Creemos que no solo el edificio con el que contamos es moderno, sino que los procesos que seguimos en la elaboración, incluso el estilo del propio vino, también. No es un vino típico de Rioja, son más afrutados, con la graduación alcohólica bastante alta, pero al mismo tiempo muy suaves y muy fáciles de beber. Se sale un poco de lo típico o tradicional. Además, no es habitual encontrar un vino que sea 100% de una sola variedad», explica Murillo.

La cultura toma, además, especial relevancia en este lugar. «Se han realizado muchos reportajes fotográficos, anuncios de televisión exposiciones... Tuvimos una muestra de vestidos, de copas diseñadas por el inglés Kacper Hamilton, inspiradas en los siete pecados capitales –que todavía se pueden ver–, el verano pasado tuvimos expuestas varias esculturas de Chillida, de la que hemos mantenido varias citas en las paredes...».

Casa primicia, paredes y cuevas con diez siglos de historia

La historia de la Casa Primicia no es importante sólo para el pueblo de Guardia, sino para toda la comarca de la Rioja alavesa. Antes de que existiera la Casa Primicia como tal, el edificio fue, aproximadamente entre los años 1050 y 1420, un palacete privado, hasta que en 1836 se convierte en el lugar donde se recaudaban los diezmos y primicias. Con la ley de Desamortización de Mendizabal, en 1836, el Estado se apropia del inmueble y pasa a manos privadas en 1866.

No es hasta 1973 cuando Julián Madrid, viticultor de Guardia, rescata Casa Primicia como bodega y continúa con la elaboración del vino. La bodega se traslada a otro edificio, a la entrada del municipio, y, en 2006, comienzan la obras de restauración y, tras cuatro años, ya se puede visitar la Casa Primicia, convertido en una especie de museo de historia de Guardia, ya que, los muros del edificio hablan por sí solos sin necesidad de paneles explicativos.

Además de los «lagos» donde se prensaba la uva, bajo la casa se pueden visitar las cuevas subterráneas, idóneas para salvaguardar el vino. «En Guardia existen unas 230 cuevas que en su día estaban todas intercomunicadas. Por eso se dice que es como un queso Gruyer. Existían desde antes que las bodegas pero sus cualidades fueron aprovechadas para la conservación del vino», relata Madrid.

El material utilizado en la elaboración de las cuevas es canto rodado y arena, y la humedad es la que hace que se mantenga como un hormigón natural. «La temperatura es constante durante todo el año, unos diez o catorce grados», explica Iker Madrid, quien en las visitas guiadas de la casa, cuenta con orgullo la historia de su familia y de todo el pueblo de Guardia. 

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