Ariel Dorfman, 2011/9/8, the nation
Epitafio para otro 11de septiembre
(Traducción: GARA)
Aquel 11 de septiembre, aquella letal mañana de un martes, me desperté aterrorizado con el sonido de los aviones volando encima de mi casa. Cuando una hora después, vi el humo que ondeaba desde el centro de la ciudad, supe que la vida había cambiado para mí, para mi país, para siempre.
Era 11 de septiembre, el país era Chile y las fuerzas armadas acababan de bombardear el palacio presidencial como primer paso del golpe contra el gobierno democráticamente electo de Salvador Allende. Para el final de aquel día, Allende yacía muerto y el país para el que habíamos soñado una revolución pacífica se había convertido en un matadero. (...)
Veinte años después de aquel fatídico día de 1973, otro 11 de septiembre, otra vez mañana de martes, le tocaba a otra ciudad que fue igualmente atacada desde el aire, fue otra clase de terror que como la lluvia, llenó de horror mi corazón y, otra vez, confirmó que nada volvería a ser igual, ni para mí, ni para el mundo. (...)
Chile y EEUU ofrecen, en efecto, modelos que contrastan a la hora de cómo reaccionar ante un trauma colectivo.
Todos los países sometidos a un gran dolor se enfrentan a preguntas fundamentales que prueban sus valores más profundos. ¿Cómo perseguir la justicia para los muertos y la reparación para los vivos? ¿Puebe restaurarse el equilibrio de un mundo roto dejándose guiar por una comprensible sed de venganza? ¿No corremos el riesgo de convertirnos como ellos, el peligro de esa preversa sombra que puede hacer que seamos gobernados por nuestra ira?
Si el 11-S puede entenderse como un test que, así me lo parece, EEUU suspendió. (...) Dos guerras innecesarias que todavía no han terminado, un colosal derroche de recursos que podrían haberse utilizado para educar a nuestros hijos o salvar el medioambiente, una desgraciada erosión de los derechos civiles en EEUU y el uso de la tortura y las ejecuciones (...).
Chile también pudo haber respondido a la violencia con más violencia. Si alguna vez hubo justificación para tomar las armas contra un jefe supremo tiránico, nuestra lucha cumplía todos los criterios. (...)
Lo que resulta mágico en la decisión de luchar la malevolencia a través de métodos pacíficos es que los chilenos se estaban haciendo eco, sin darse cuenta, de otro 11-S, allá por 1906 en Johannesburgo, cuando Gandhi persuadió a miles de sus compañeros(...)
105 años desde el memorable llamamiento de Gandhi (...) 33 años después de aquellos aviones que me despertaron para recordarme que nunca ya sería capaz de escapar del terror, y 10 años después de que la Nueva York de mis sueños de infancia fuese decimada por el fuego, espero que el buen epitafio para todos esos 11 de septiembres fueran las eternas palabras de Gandhi: «la violencia prevalecerá sobre la violencia, hasta cuando alguien pueda probarme que la oscuridad puede ser disipada por la oscuridad».