Alvaro Reizabal | Abogado
La batalla del relato
Ahora se ha iniciado la fase bautizada como «batalla del relato», que busca, ni más ni menos, escribir la historia. En ese contexto creo que puede incardinarse un reportaje publicado recientemente en un suplemento dominical sobre el régimen de aislamiento
Para nadie es un secreto que en la lucha contra el independentismo vasco vale todo. Unas veces se habla de los famosos tiros al aire que hieren a viandantes. Por cierto, que ayer, en la carga policial contra el Gaztetxe Kukutza, una pelota de goma impactó en el ojo de un ciudadano. Su responsable, el inefable Rodolfo, felicitó a sus tropas por su proporcionada actuación. Otras, cuando las evidencias de tortura son objetivadas, la versión oficial habla de autolesiones producidas por el detenido porque, según dice la versión oficial, policial por supuesto, los militantes de ETA tienen un manual que ordena lo que deben hacer ante una detención y entre las instrucciones está la de denunciar torturas, pese al exquisito trato garantista que, como todo el mundo sabe, reciben en las comisarías y cuartelillos españoles. También es frecuente que en las tertulias conocidos expertos en etología expliquen que los etarras son muy valientes con un arma en la mano pero que se derrumban en cuanto son detenidos y cantan la gallina a las primeras de cambio y sin que nadie les toque un pelo. Claro que esto no se compagina con el hecho estadísticamente constatado de que los presuntos militantes detenidos en Francia normalmente no declaran en comisaría, siendo en cambio muy frecuente que los que lo son en España declaren no una, sino varias veces y además a horas intempestivas de la madrugada. Eso sí, libre y espontáneamente y con todas las garantías.
También es digna de mención la cantinela de los privilegios de los presos vascos en las cárceles, cuando el hecho objetivo y estadísticamente incontestable es que ningún colectivo de presos recibe un trato tan riguroso. La mera condena por colaboración con ETA apareja, normalmente, ser clasificado en primer grado y aislamiento, y son muchos los que llevan así más de 20 años, incluso 30, como Gatza Sagardui, excarcelado hace pocos meses. Si los vascos estudian y acaban estudios universitarios, algo muy raro entre otros grupos de presos, es porque los profesores de la UPV les dan los títulos sin examinarles, algo que, aunque se ha repetido hasta la saciedad, jamás se ha probado, porque es falso. Y así, mentiras repetidas hasta convertirlas en verdad informativa.
Ahora se ha iniciado la fase bautizada como «batalla del relato», que busca, ni más ni menos, escribir la historia. En ese contexto creo que puede incardinarse un reportaje publicado recientemente en un suplemento dominical sobre el régimen penitenciario más duro, el de aislamiento. Apenas habla de los presos de ETA, pero destaca entresacada una frase atribuida a un anónimo Rafi: «Los etarras no tienen carne de talego; habrán matado, pero se achantan con los comunes». Ni siquiera se explica lo que quiere decir, que no es nada claro, mas allá de que los vascos traten de evitar problemas con gente que está en otra onda, pero se aprovecha para tratar de desprestigiar. Munición de bazofia en la batalla del relato.