La ejecución de Troy Davis en Georgia en la madrugada del jueves, pese a las dudas sobre su culpabilidad y el rechazo suscitado a nivel mundial, ha reabierto el debate sobre la aplicación de la pena de muerte en Estados Unidos.

«La ejecución de Troy Davis, su excepcional injusticia, va a acelerar el final de la pena de muerte en Estados Unidos», afirmó Benjamin Jealous, presidente de la Organización de la Defensa de las Personas de Color (NAACP), que ha marcado el 21 de setiembre como una jornada de recuerdo y lucha. Durante todo el miércoles, decenas de personas se concentraron en la ciudad de Jackson para expresar su rechazo a la penal capital.

El ex presidente de EEUU Jimmy Carter reconoció que« el sistema de la pena de muerte en nuestro país es injusto y anticuado». La Unión Europea lamentó la ejecución y llamó a la comunidad internacional a aprobar una moratoria global a la pena capital como paso previo a su plena abolición en el mundo. El Ministerio de Exteriores francés indicó que «deploramos fuertemente que las numerosas peticiones de clemencia no hayan sido escuchadas»

Davis, de 42 años y raza negra, fue condenado en 1991 por el homicidio en 1989 de un policía pese a la dudosa credibilidad de las pruebas balísticas y a que siete de las nueve personas que testificaron en su contra se retractaron de sus declaraciones. Ni los llamamientos del exterior ni las protestas de los grupos de derechos civiles y las vigilias de opositores a la pena capital lograron convencer a los tribunales de Georgia o conmover al Tribunal Supremo del país. Poco antes de la medianoche en la prisión Diagnostic de Jackson, en Georgia, los verdugos ataron a Davis a una camilla y le inyectaron una mezcla letal.