En la mente del policía

«Rampart»

Alrededor del segundo largometraje de Oren Moverman han circulado una serie de informaciones engañosas, que una vez visto conviene aclarar.
La sinopsis facilitada en muchas páginas de cine en Internet está equivocada porque, leyéndola, podría parecer que es un documental sobre la sección Rampart de la policía de Los Ángeles y sus casos de corrupción.

No hay nada de eso, como tampoco en su reparto figuran los intérpretes que se anunciaban como cabeza de cartel, ya que en los casos de Sigourney Weaver o Steve Buscemi se trata de simples cameos. Otro aspecto a coger con pinzas es el de «adaptación de una novela de James Ellroy», ya que “Rampart” ni siquiera es una película de cine negro.

El guión se toma todas las libertades del mundo para ofrecer al público un drama sicológico narrado en primerísima primera persona.  

A Oren Moverman no le interesa el cine de género, porque lo suyo es el estudio de la mentalidad del patriota estadounidense a niveles casi patológicos. En su anterior “The Messenger”, también protagonizada por su actor fetiche Woody Harrelson, se metía de lleno en la piel de los soldados encargados de comunicar a los familiares de los muertos en combate la triste noticia.

En “Rampart” se introduce en la cabeza de un policía corrupto, orgulloso de sus métodos fascistoides. Claro que, al prevalecer el punto de vista del protagonista, éste se siente como un incomprendido.

Para justificarse a sí mismo se apoya en todos los consabidos clichés victimistas del veterano de Vietnam, incapaz de reinsentarse en la sociedad.
Llega un momento en que hasta se nos presenta como un chivo expiatorio en manos de sus superiores, quienes para cubrir el expediente, frente al descontento de las minorías raciales angelinas de finales de los 90, necesitaban dirigir las investigaciones internas hacia alguien impopular dentro del cuerpo, y nadie más polémico que el agente visto en las noticias golpeando al sospechoso de turno.