Putin da por finalizada una crisis provocada por el apego al poder que él mismo reparte
En los últimos días Rusia, y el mundo, asisten -seguramente sin excesiva perplejidad- a una exhibición de apego al poder al más alto nivel. El actual presidente ruso, Dimitri Medvedev, propuso la candidatura de Vladimir Putin, primer ministro del país, al Kremlin para los comicios de 2012, propuesta que fue seguida por la de la candidatura de Medvedev como primer ministro. Intercambio de sillones que, más aún teniendo en cuenta que Putin ya ocupó el cargo que ahora pretende, parece una permuta de propiedades -decidida por Putin-, lo que en un contexto en el que la transparencia no es precisamente su característica más reseñable resulta revelador. La propuesta de intercambio de cargos provocó una crisis interna que se plasmó en la dimisión del ministro de Finanzas, Alexei Kudrine, que casualmente aspiraba al cargo para el que se postula Medvedev. Si bien hay quien no la da por superada y augura nuevas dimisiones fruto de la pugna interna entre reformistas y conservadores, Putin dio ayer por zanjada la crisis designando a Anton Siluanov e Igor Chuvalov para sustituir al ministro dimitido. El zarismo, dicen, es cosa del pasado, pero los zares no.