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«El cine nos permite achicar el mundo; es decir, las distancias se acortan»

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Ricardo Darín

Presidente del jurado del Festival de Biarritz

Definido por el delegado general del Festival de Biarritz como «el actor más influyente de América Latina», Ricardo Darín es conocido por el gran público gracias a títulos como «El hijo de la novia», «Nueve reinas» o «El secreto de sus ojos». Su último estreno ha sido «Un cuento chino».

Idoia ERASO | BIARRITZ

En la terraza del Hôtel du Palais de Biarritz, frente al mar, nadie mira las hermosas vistas, porque todas las miradas están centradas en él, Ricardo Darín, el presidente del jurado del Festival de cine Latinoamericano de Biarritz y uno de esos actores que consigue hacer creíble cualquier papel.

El primer premio de su carrera se lo dieron aquí en Biarritz en 2001 por «Nueve reinas» (2000). Diez años después regresa como presidente del jurado.

Es un honor. Yo nunca he sido integrante de ningún jurado, no me sentía capacitado poder juzgar trabajos ajenos, y mucho menos propios, porque soy muy exigente con el trabajo propio y, por consiguiente, también con el trabajo de los demás. Para que se produzca una pequeña gran justicia con alguien, necesariamente tienen que producirse otras injusticias. Esa cuestión es la que siempre me mantuvo un poco distante de formar parte de un jurado. Pero en este caso he aceptado por tratarse de Biarritz y del recuerdo de aquel premio. Además, es un festival enfocado en el cine latinoamericano. Me pareció que era la oportunidad de dejar algunos pudores al margen. Para el cine latinoamericano es muy importante esta ventana de conocimiento no solo en Europa, sino en el mundo.

Estamos hablando de cine, pero usted comenzó en el teatro y en la televisión. ¿Qué recuerdos tiene de aquella época?

Recuerdos, los mejores. Yo soy hijo de un matrimonio de actores a quienes les tocó uno de los cambios más revolucionarios de la actuación: la aparición de la televisión. Nací prácticamente en la televisión, porque acompañaba a mis padres cuando tenía dos, tres o cuatro años. De hecho, la primera vez que aparecí en un programa de televisión tenía dos años y medio. He hecho muchísima televisión, mucho más de lo que sería aconsejable, y he logrado salir bastante ileso de ese trámite. Siento hoy que no tengo cuestiones pendientes con la televisión, estamos a mano. El cine y el teatro te dan la oportunidad de trabajar un proyecto con otros tiempos y otra metodología de trabajo que es mucho más afín a las necesidades de un actor. La televisión es muy exigente y poco generosa, y trato de mantenerme alejado de ella, pero, aún así, tengo buenos recuerdos de lo que hice en televisión y en la radio. Hice de todo un poco, no le he quitado el cuerpo a nada de todo eso y hoy me siento mucho más relajado trabajando en teatro y en cine, porque son tiempos que me permiten no solo expresarme, sino integrarme en un equipo de trabajo mucho más afín, mucho más pensado.

Es precisamente ese cine el que le ha proporcionado reconocimiento internacional.

Es porque el cine viaja lejos, permite que una pequeña historia contada en un pueblito de Rusia la veamos en Madrid, en Buenos Aires o en París y sintamos que se produce esa magia a través de la cual nos damos cuenta de que los seres humanos no somos tan distintos. A todos nos pasan más o menos las mismas cosas, sufrimos por las mismas cosas y nos alegran las mismas cuestiones. El cine nos permite achicar el mundo; es decir, las distancias se acortan.

Cuando uno tiene la suerte que he tenido de formar parte de historias que han sido bien recibidas por las gentes de diferentes lugares sin importar el idioma, uno siente que funciona. Entonces, ¿cómo no abrazar esa forma de expresión si es tan generosa? Porque retribuye mucho más de lo que uno da.

Van a presentar algunos de sus mayores éxitos en Biarritz. ¿Cuál diría usted que es el personaje que más le ha marcado?

Eso es difícil, porque cada trabajo necesariamente fue en combinación con el resto del equipo. Afortunadamente las películas que se van a mostrar aquí son films de los que me siento de alguna forma orgulloso. Sería muy difícil distinguir a uno de otro, porque son personajes e historias totalmente distintos y cada uno de ellos significó en su momento un entusiasmo determinado, un desafío. Pero si tengo que ser absolutamente honesto, te diría que el personaje más parecido a mí es el de «El hijo de la novia' (Juan José Campabella, 2001). Es porque vivimos en una era donde la velocidad con la que se vive muchas veces no nos permite disfrutar de las cosas verdaderamente importantes. Vivimos avasallados, en las grandes ciudades vivimos corriendo de un lado a otro, tratando de no llegar tarde no se sabe muy bien a qué lugar y porqué. No le destinamos el lugar necesario a nuestros afectos, porque siempre tratamos de cumplir nuestras responsabilidades. Yo durante mucho tiempo fui así; hoy ya, por suerte, no.

Lleva ya muchos años trabajando en este medio. ¿Ha visto una evolución en el cine argentino y latinoamericano?

Sí. Dado que nuestros países no tienen una industria cinematográfica sólida me parece que la respuesta está relacionada con las apariciones de gente joven con nuevas ideas, menos pudor y más atrevimiento. Si bien es cierto que hace falta inversión para hacer cine, lo más importante es tener una buena idea. Hoy tenemos al alcance de la mano oportunidades técnicas que no existían en otro momento. Antes atreverse a llevar una historia adelante significaba atravesar etapas con convencimiento a productores y demás. En este momento, las posibilidades técnicas ofrecen una oportunidad que si alguien tiene una buena historia y logra reunir a un buen equipo se puede contar una buena historia, sin necesidad de tener un súper presupuesto entre manos.

Tenemos que dedicarnos a encontrar cuáles son las historias que creemos que es necesario contar, que son válidas y valiosas. Por lo general, las historias más valiosas e importantes son las más chicas, son las historias que nos cuentan la vida de una persona que atraviesa sus dificultades, sus apasionamientos, sus tristezas, porque con ello logramos la identificación.

¿Qué historias nos va a hacer descubrir en un futuro próximo?

Tengo varias entre manos. Estoy por filmar -este es el motivo por el que tengo esta barba de difícil explicación- y voy a componer un sacerdote, que en Argentina llamamos «curas villeros». Son los sacerdotes que viven en las villas, en las gabelas, en los lugares más humildes y trabajan con la gente más sumergida. Es una historia fuerte, apasionante, una historia que nos va a permitir ver cómo vive esa gente y qué ocurre dentro de esos barrios que muchas veces criticamos, pero que difícilmente comprendemos. Esta historia la vamos a filmar con Pablo Trapero en octubre.

Luego tengo una historia de suspense familiar que ocurre en la montaña entre la nieve y el frío, para lo cual voy a necesitar una barba todavía más grande que esta. Por eso me estoy aguantando esta especie de perro que me muerde la cara todo el día.

Después de eso me voy a afeitar, pero no mucho, para componer un profesor de literatura envuelto en una historia policiaca muy complicada, una especie de obsesivo observador de los detalles que componen una trama policial. Después, espero poder tomarme una siesta (entre risas).

PROYECTOs

«Tengo varios proyectos entre manos, uno de ellos una historia de suspense familiar en la montaña. Por eso me estoy aguantando esta especie de perro que me muerde la cara todo el día»

PARECIDOS

«El personaje más parecido a mí es el de `El hijo de la novia'. Porque vivimos en una era donde la velocidad no nos permite disfrutar de las cosas verdaderamente importantes»

«Mi oficio es muy placentero y puede ser muy tóxico si uno no está vacunado»

¿Qué es el cine?

El cine es la oportunidad de vernos identificados. Nos permite ver cómo son nuestras vidas, reflexionar, mirar hacia dentro de nuestro corazón. Cuántas veces una idea bien contada nos ha ayudado a entender porqué ocurren las cosas que ocurren en otros lugares. Se nos calienta un poco el corazón y nos damos cuenta de que, a veces, somos injustos y mezquinos innecesariamente. Mereceríamos ser un poco más generosos y comprensivos, no tan duros, pero parece ser que es inherente a la condición humana. El cine, el teatro, las historias, el arte en general, la cultura nos permiten reflexionar.

Cuando vemos una manifestación artística contundente sentimos que la vida es posible de otra forma, salimos viendo una historia movilizadora y la vida tiene otro color, nos hace sentir por un momento que podemos seguir adelante y que nuestros problemas no nos tienen que detener. Yo creo que esa es una de las funciones posibles del arte escénico.

¿Siente lo que sienten sus personajes o trata de dejar el personaje fuera de casa?

El personaje a casa no me lo llevo nunca, salvo alguna vez que me ha ocurrido y por eso trato de que no vuelva a ocurrir. Mi oficio es muy placentero, y puede ser muy tóxico si uno no está vacunado. He conocido casos de gente que termina convencida de que es el personaje que tiene a cargo y no es muy recomendable. Trato de separar las cosas, lo que me gusta es entrar y salir del juego. No me gusta entrar y no salir. Esa es mi recomendación primera a los chicos que me preguntan: les digo que no se olviden de que es un juego formal, difícil, pero debe de ser un juego. Estamos jugando circunstancialmente a ser otras personas y, por lógica y necesidad, debemos volver a quienes somos, porque sino hay problemas. I. E.

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