Aviso a los que quieren un relato de vencedores y vencidos: el que convenza, vencerá
Los intelectuales y políticos españoles tienen auténtica devoción por Miguel de Unamuno, muy especialmente los socialistas. Hay varias razones para ello, pero se pueden resumir de la siguiente manera: Unamuno estuvo afiliado al Partido Socialista, pese a que tuvo una posición crítica y terminó alejado del mismo; era vasco, pero, entre otras cosas, el no ser elegido como miembro de Euskaltzaindia motivó un distanciamiento hacia las señas de identidad de su pueblo, especialmente hacia el euskara, por lo que suele ser utilizado como símbolo por quienes tienen la lengua vasca -y probablemente todo lo vasco- por un molesto hecho menor; Unamuno es considerado el padre del liberalismo español, lo cual, teniendo en cuenta su ecléctico devenir intelectual, o bien es una falsedad o bien explica en parte por qué el liberalismo no se ha desarrollado en España; al igual que ocurre con su posición respecto al euskara, se suelen coger varias frases célebres de Unamuno que, utilizadas fuera de contexto, logran hacer aparecer al escritor bilbaino como un cosmopolita y un luchador contra el fascismo, en vez de como un pensador atormentado que se movió desde el carlismo hasta el nacionalismo español y desde el laicismo hasta el catolicismo más beligerante, por no mencionar su existencialismo.
Probablemente la frase más conocida de Unamuno es la que espetó al general Millán-Astray el 12 de octubre de 1936 -Día de la Raza-, en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, que ha pasado a la historia como «venceréis, pero no convenceréis». En realidad la alocución es mucho más extensa y la propia frase dice así: «Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis, porque para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha». Aunque sólo sea para compensar tanta parcialidad sobre un autor al que merece la pena conocer a fondo, no a trozos, cabe recordar que esa fue la manera en la que Unamuno mostró su arrepentimiento por haber apoyado a los golpistas.
Dentro de menos de dos semanas se cumplirán 75 años de aquellos hechos, y en las tribunas de los parlamentos se vuelve a escuchar el discurso sobre vencedores y vencidos como clave, nada más y nada menos, que de la paz. En abstracto, resulta absurdo, obsceno, incongruente... y en concreto, teniendo en cuenta el momento político que vive Euskal Herria y el que vive el Estado español, resulta irresponsable. No insuficiente, no, directamente irresponsable.
Presos, Amaiur, CIV, López, Ekin y ETA
Contemplar la multitud de hechos políticos significativos que han tenido lugar en Euskal Herria en tan sólo siete días provoca vértigo. Primero fue el comunicado de EPPK suscribiendo el Acuerdo de Gernika, al que prosiguió la firma de dicho Acuerdo por parte de una representación de los presos políticos. Luego vino la puesta de largo de Amaiur, la alianza electoral que han conformado la izquierda abertzale, EA, Aralar y Alternatiba para llevar a Madrid la voz de una parte central de Euskal Herria. Posteriormente, se presentó en público la Comisión Internacional de Verificación (CIV), que ha tenido contactos con diferentes agentes políticos, económicos y sociales vascos y que ha certificado ante todos ellos el cumplimiento efectivo y positivo del alto el fuego por parte de ETA. Patxi López salió al día siguiente con mucho terreno de juego por recorrer, pero se quedó a medio camino. Ayer mismo, en otro ámbito, se conocía la autodisolución de Ekin, que incluye un compromiso por parte de su dirección con la línea estratégica adoptada por el MLNV. Y, por último, hoy GARA publica un nuevo comunicado de ETA en el que, a apenas tres días de la presentación del CIV, la organización armada vasca da la bienvenida a la Comisión y ahonda en sus compromisos previos, situándolos en clave de futuro.
La dinámica que ha imprimido la izquierda abertzale ha abierto tantos frentes, ha roto tantos diques, que del bloqueo se ha pasado a una frenética concatenación de declaraciones, alianzas y anuncios que muestran tanto las potencialidades del momento como las limitaciones de algunos de sus protagonistas. La unilateralidad le funciona políticamente a la izquierda abertzale, le da poder, potencia y potencialidad. Ahora bien, un acuerdo inclusivo, basado en principios democráticos y que traiga una paz estable y duradera requiere de multilateralidad, de esfuerzo común y compartido. En ese sentido, López condicionó tanto sus palabras que la suma resultó quedar demasiado cerca del cero. Marcó una dirección positiva, lo cual ya es algo, pero apenas dio un paso. Como ya se ha dicho, resulta irresponsable. Quizá también insuficiente, sobre todo para él y para su partido, que deberían liderar a una parte de la sociedad que tiene mucho que decir sobre un acuerdo inclusivo; para él fue insuficiente incluso para sobrevivir políticamente a la dinámica actual.
Se equivocan quienes buscan un relato con vencedores y vencidos. Parafraseando a Unamuno, en Euskal Herria vencerá quien convenza, primero a los suyos y luego al resto. Los dirigentes independentistas ya han logrado lo primero y han hecho grandes avances en lo segundo. Los unionistas, ni lo uno ni lo otro.