Empate en El Sadar
Otra versión, mismo marcador
Los rojillos, que ofrecieron su versión más descafeinada, firmaron su cuarto empate de la temporada. Resultado con sabor agridulce: se salvó un punto pese al mal partido, pero pudieron ser tres ante un Mallorca que disputó los últimos veinte minutos en inferioridad.
MALLORCA 2
Amaia U. LASAGABASTER
Y ya van cuatro. Osasuna se ha abonado al empate, el marcador con mayor variedad de lecturas. Puede saber a poco, a mucho, provocar que uno se lamente de la actuación arbitral o de la falta de puntería de sus delanteros, o que se congratule por los reflejos de su guardameta. O, como sucedió ayer en El Sadar, dejar la valoración en manos del carácter de cada uno.
Porque es el color del cristal con el que se mira la vida el que acaba decidiendo el sabor que deja este tipo de encuentros. Y si uno no se decide, siempre queda recurrir al tópico. Es decir, al resultado agridulce de toda la vida.
Porque Osasuna cuajó su peor partido de la temporada -lo del Camp Nou, del que incluso un grupo de galácticos puede salir goleado, es recomendable excluirlo de análisis y estadísticas-. E incluso se puede ir más allá en el tiempo si el recuerdo se circunscribe al Sadar. Y además marchó por detrás en el marcador. Buen punto, por tanto. Pero también es cierto que dos espléndidos cabezazos de Raúl García permitieron al equipo tomar la delantera en el luminoso. Y que cuando parecía que los rojillos se hacían por fin con la manija del partido, el Mallorca se quedó en inferioridad por una niñería de Nsué, pese a lo cual acabó restableciendo las tablas. Ahí está el toque amargo.
Lo cierto es que navarros y baleares se repartieron todo como buenos amigos. Dos goles por bando -pese a que, curiosamente, se trata de dos de los equipos con menos puntería de la categoría-, con bigoleador en ambos casos, en sendos saques de esquina por parte local y con otros tantos penaltis por la visitante. Sólo se desniveló, para bien, con la expulsión de Nsué, que no tuvo correspondencia iruindarra. Y para mal con las sensaciones, porque las que ofreció Osasuna fueron peores.
Pocas revoluciones
Y es que el equipo de José Luis Mendilibar ofreció su versión más descafeinada. Se esperaba a un equipo encorajinado tras la injusticia del Nuevo Los Cármenes. Y estiloso, también por lo visto, entre otros, en el estadio granadino. Pero en el Sadar no apareció ni lo uno, ni lo otro. Con Raitala de vuelta en el once en detrimento de Damià, y la pareja Puñal-Raúl García de nuevo a los mandos, los rojillos dejaron mucho que desear en el primer tiempo. Bajísimos de revoluciones, incapaces de llevar el balón -ni con sutileza, ni a melonazos- a las inmediaciones de Aouate y con problemas esporádicos para frenar a su rival. Ahí es nada.
Responsabilidad, en parte, del Mallorca. No es que el equipo bermellón ofreciera la típica imagen de grupo reforzado en su unión ante la adversidad. Quizá porque la crisis que ha vivido en las últimas jornadas se ha limitado a las malas relaciones entre Michael Laudrup y Lorenzo Serra Ferrer, sin afectar al rendimiento de una escuadra que comparte zona tibia de la clasificación con el propio Osasuna. Lo que sí dio fue la sensación de equipo compacto y con las ideas claras. Que en el caso de ayer pasaron porque defensa y centro del campo cerraran filas sin contemplaciones, delegando eventuales dosis de inspiración a sus hombres más adelantados. Eventuales, pero suficientes para meter en más de un apuro a su anfitrión.
De hecho, y pese a un par de avisos con los centros de Cejudo como protagonistas, la mayoría del escaso peligro que se creó hasta el descanso llegó en el área iruindarra. También el primer gol. Hemed, como había hecho en un par de ocasiones previas, encontró hueco entre los defensas para recibir un balón del Chori Castro y a Miguel Flaño sólo le quedó derribarle por detrás para evitar que se plantara solo ante Andrés. El resultado no habría sido peor: el israelita transformó el penalti y Flaño, además, se llevó la amarilla.
Tocaba tomar decisiones. Por el marcador y por los problemas que afectaban al equipo. José Luis Mendilibar retiró a Raitala, colocó un trivote en el centro del campo y retrasó la posición de Lamah. Apenas sí se pudo comprobar si había acertado, porque el gol llegó de inmediato y en estrategia. Con un córner que Raúl García, totalmente desmarcado, cabeceó a la red un suspiro antes del descanso.
Además de con la previsible lectura de cartilla, el paso por vestuarios se saldó con otra sustitución. Esta vez de hombre por hombre, Lolo por Flaño. La suma de factores se notó de inicio. Osasuna tomó el mando y fue a por el partido. Sin desmelenarse, que no parece que fuera el día, pero al menos consiguió enlazar un par de ocasiones. Y forzar otro saque de esquina, con el que Raúl García se convertía en el héroe de la tarde, al anotar el 2-1 con un testarazo aún más espléndido que el anterior.
Disgusto inesperado
La tarde pintaba ya de una manera muy diferente. Más aún cuando una niñería de Nsué -una patadita a Lamah desde el suelo- le costó una, quizá, excesivamente severa expulsión. Pero los rojillos no supieron aprovecharlo. No es ya que siguieran mostrándose incapaces de hilar jugadas que invitaran a pensar en la posibilidad de la sentencia. Es que ni siquiera pudieron ponerle cerrojazo al choque.
Y así, el Mallorca, sin hacer nada del otro mundo -lo que duele aún más- y pese a que su capacidad ofensiva tampoco es del otro mundo, lanzó un par de avisos. Peor aún, un aviso y un disgusto. A diez minutos del final, Alfaro habilitaba a Hemed y Lamah le tocaba lo justo con la punta del pie para que besara el suelo. Velasco Carballo tampoco lo dudó esta vez. Ni el ariete bermellón, que también transformó este segundo penalti.
El Mallorca se dio con un canto en los dientes y a Osasuna no le quedó más remedio que acabar asumiendo que el de ayer no era su día.
José Luis Mendilibar no tiene pelos en la lengua. Así que ayer se mostró expeditivo a la hora de valorar el encuentro de su equipo, que le pareció «horrible» en la primera parte y excesivamente «horizontal» en la segunda.
De hecho, al comentarle que Miguel Ángel Nadal había visto a un Mallorca «superior», el zaldibartarra no puso peros. «Estoy de acuerdo. El primer tiempo ha sido horrible. No hemos dado tres pases seguidos, no hemos defendido bien y lo hemos hecho todo mal. El empate nos sabe de maravilla», llegó a afirmar. La cosa mejoró, pero tampoco demasiado, tras el descanso. «En el segundo tiempo hemos empezado mejor y hemos estado más metidos -admitió-. Nos hemos puesto 2-1, pero tras la expulsión nos hemos dormido. Hemos pensado que éramos el Barcelona, al confundirnos en jugar en horizontal más que buscar la portería contraria. Al abrirnos tanto, nos hacían daño cuando nos robaban», argumentó el técnico. De ahí que insistiera en que «el punto, visto el fútbol de los noventa minutos, está bien».
En lo que respecta a la prontitud de los cambios, Mendilibar tampoco se cortó. «Quería hacer todos los cambios en el minuto quince. Todos estábamos mal. Jukka ha sido el pagano, pero podía haber sido cualquiera». Tampoco quiso escudarse en el segundo penalti. «Es bastante dudoso y parece que algún jugador ha dicho que había picado, pero no podemos llorar según el partido que hemos hecho». «No tenemos que esperar ganar el partido por los árbitros -añadió-. Además, en la jugada del primer penalti podía haber sacado roja a Flaño».
Miguel Ángel Nadal, por su parte, vio a su equipo superior y aseguró que «mereció mucho más». «Ha sido una pena no marcharnos con ventaja al descanso después de jugar ordenados e intensos. Hemos tenido dos errores en dos saques de esquina, pero con el pundonor que se necesita en este campo hemos empatado y estamos satisfechos». GARA