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Carlos Fonseca | Autor de «Luz negra, entre la pasión y la violencia»

«Me apetecía mostrar que detrás del señor que pega un tiro hay una persona»

Autor del best seller «Las trece rosas rojas», Carlos Fonseca (Madrid, 1959) acaba de ver publicada una novela que tiene como protagonistas a tres jóvenes, cuya intriga gira en torno a su militancia política, particularmente cuando uno de ellos decide practicar la lucha armada.

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Nerea GOTI | BILBO

Acaba de ver publicada su última novela, «Luz negra», un cambio radical de registros para un autor afincado en Madrid y cuyos títulos anteriores han estado ligados a historias ambientadas en la Guerra de 1936 y postguerra. En este caso, la trama tiene de fondo la lucha armada de ETA, un mundo que asegura conocer en lo profesional y que quería abordar para romper tabúes y trasladar que hay historias personales detrás de los militantes de ETA, lo que «no significa justificar lo que hacen, que no lo comparto» -subraya- adelantándose a interpretaciones que ya prevé.

¿Cómo surge la idea de escribir una novela ambientada en Euskal Herria, con la lucha armada de fondo?

Porque había escrito cuatro libros que estaban ambientados en la guerra civil y en la posguerra y los protagonistas eran anónimos. Me apetecía cambiar de registro. Como llevo muchos años escribiendo de política vasca, de violencia política, digamos que algo conocía y me apetecía mucho porque además creo que es un tema un tanto tabú, creo que no hay libros que aborden este tema salvo, que yo sepa, uno de Bernardo Atxaga, el último que leí fue el de Fernando Aranburu, el de cuentos, y creo que hay algo más en euskara. Es un tema controvertido que levanta muchas ampollas. Me apetecía mucho romper algunos tópicos y escribir de una manera poco estereotipada.

¿A qué tópicos se refiere?

Se juega con los extremos. Se presentan personajes como muy buenos o como muy malos y yo creo que las personas somos muy complejas y la realidad también. En el caso de «Luz Negra», los protagonistas Aritz y Eneko se mueven en el entorno de la violencia callejera y hay una chica, Libia, que no tiene nada que ver con ese mundo. Se inicia un trío sentimental, amoroso, de amistad entre los tres. El paso de Aritz de la violencia callejera a colaborar con un comando de ETA, le llevará a pasar a Francia y luego volver al interior con un comando, esa decisión lo que hace es tambien marcar las vidas, no solamente de sus dos amigos sino también de las familias. Aun sabiendo que es un tema complicado y controvertido, aunque me parezca que los crimenes de ETA no tienen justificación, sí quería mostrar que detrás del señor que pega un tiro en la cabeza hay una persona, que se enamora, que estudia, que trabaja, que tiene familia y que tiene su cuadrilla. Yo quería indagar en esa parte, que es quizá la menos conocida. Al final, informativamente, por falta de espacio, por todo, nos quedamos en la superficie. La ficción te da más libertad para recrear personajes y para indagar en este tema desde otras miradas y desde otros ángulos.

¿Cómo se documentó para recrear ambientes que no conoce?

Llevo muchos años escribiendo de esto, obviamente mucha documentación es de diligencias, pero luego sí que he hablado con algún ex miembro de ETA y con familiares. Eso me ha servido para dibujar desde la vida en el interior de la prisión hasta las reacciones, que me interesaban mucho, cómo se ven arrastradas las familias de una manera, además, que no tienen posibilidad de controlar, las visitas a las cárceles, los enfrentamientos que se generan, como en el caso de los padres de Eneko... esa complejidad.

La decisión de practicar la lucha armada se presenta más como una huída hacia adelante que como una decisión meditada desde una ideología política.

Aritz es un tipo vehemente, muy echado para adelante y tiene un referente que es Joseba, que es el amigo de la cuadrilla que ha estado un año en la carcel y que por esa estancia en prisión tiene una especie de autoridad moral. De manera un poco irreflexiva, no de manera muy meditada ni como consecuencia de una formación política y ya no tiene vuelta atrás. En el caso de Eneko, le ocurre que comparte ideología pero él no se atreve o no quiere dar ese salto.

¿Y la ambientación de los personajes en Donostia, de sus relaciones? No se percibe la presencia del euskara y se usan expresiones no comunes como «el Aritz» o «el Eneko».

Entonces son errores del autor. He incluido algunos términos en euskara, pero que son de uso corriente en castellano. Me ha parecido que hasta ahí llegaba. No sé cómo podría haber introducido que entre ellos hablan en euskara. De hecho, uno de ellos, Aritz, a veces en la cuadrilla se ve desfasado porque no sabe y se siente incómodo.

En qué público cree que va a calar ¿cree que funcionará mejor fuera de Euskal Herria?

Que un libro funcione es un misterio. El objetivo del libro es que entretenga, tiene una trama diseñada como una intriga y luego si de paso, aunque sea ficción te ayuda a reflexionar, te plantea dudas, mejor. Supongo que el tema es mucho más identificable en el País Vasco que en Madrid, pero no significa que sea un libro pensado para el País Vasco. Posiblemente sea mejor leído, interpretado y comprendido aquí que en el resto del país.

¿Hay un nuevo proyecto?

De momento ninguno. Siempre tengo varias ideas antes de empezar un libro. Me interesa mucho el mundo de los chicos de 16, 17, 18 años, porque es desconocido para sus padres y el mundo del periodismo, tengo muchas ganas de dar un revolcón a la profesión a través de la ficción, mostrar esta profesión por dentro, sus miserias, una especie de ajuste de cuentas.

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