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El orgullo en grado de soberbia

Iratxe FRESNEDA

Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual

Puede que Nietzsche hablase del orgullo como un valor positivo, que lo es, un valor que implica valentía. Hasta ahí todo bien. El problema surge cuando se mezcla con la envidia y la crítica hacia aquellos que envidias, cuando se enreda con el autoritarismo... Entonces, hablamos de soberbia.

Y aunque, a veces, pueda llegar a resultar cómica, divertida para algunos, todo depende del nivel en el que se esté. Suelen decir que de bien nacidos es ser agradecidos (no confundir con ser de esas personas que se dedican a dar «lametones» en las partes pudientes como método de ascenso social). Y aunque todo sea relativo, y la crítica es necesaria y sana, estoy más que cansada de la supuesta superioridad de algunos personajes, de su necesidad de situarse por encima del bien y del mal, de pisotear a cualquiera que les «contradiga». José Luis Rebordinos, actual director del festival de Cine de Donostia, puede ser muchas cosas (entre ellas parece un buen tipo) o se pueden opinar muchas cosas acerca de su trabajo, pero es absolutamente innecesario hablar de él en los términos en los que lo hizo en las declaraciones a este periódico el cineasta mexicano Arturo Ripstein (existe el off the record, los amigos con los que desahogarse...). Y que quede claro que no me parece ningún insulto tener la edad mental de un chico de catorce años, quien siguiera teniendo corazón adolescente...

Las personas se hacen respetar, se hacen respetables, entre otras muchas cosas, cuando saben respetar a los demás, por mucho que nos cueste asimilarlo.

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