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Alberto PRADILLA | Periodista

Si el veto no es válido en Siria, tampoco lo será en Palestina

 

Bashar Al-Assad todavía cuenta con aliados en el Consejo de Seguridad de la ONU. Al contrario de lo que le ocurrió a Muamar Gadafi, a quien todos sus antiguos socios le dieron la espalda en el organismo internacional, la dinastía que gobierna en Siria ha esquivado la condena gracias al veto de Rusia y China.

Al margen de la complejidad de un conflicto que progresivamente se desliza hacia la guerra civil y del que, nuevamente, sólo conocemos lo que nos llega a través de partes interesadas (vía agencia de noticias oficial o reportes de disidentes que, como se comprobó en Libia, tienden a exagerar los hechos para ganarse el favor internacional), lo llamativo del caso sirio es lo mal que han digerido el veto las potencias occidentales.

El embajador del Estado francés en la ONU, Gérard Araud, aseguró que «no se detendrán» ante la falta de consenso. Susan Rice, su homóloga estadounidense, dio un paso más argumentando que la mayoría de países «hubiese apoyado» una resolución con sanciones. Con estos mensajes, los socios occidentales vienen a decir lo que ya han puesto en práctica en muchas ocasiones: que la legitimidad de la legalidad internacional solo es útil cuando está sometida a la agenda de Washington o París. Puestos a hablar de mayorías, habría que recordar a quienes ahora apelan al humanitarismo que será el veto de Barack Obama el que impida que Palestina se constituya como Estado. Y en este caso sí que existe un consenso abrumador, sólo roto por la alianza de EEUU con un Israel cada vez más fanático y aislado del mundo.

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