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Iratxe FRESNEDA | Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual

Nada o todo nos queda por ver...

 

Una vida sencilla y una mente compleja», suele decir un amigo. Me acuerdo muchas veces de sus palabras. Y cierto es que poco más hace falta; eso, quizá, ya sea mucho. Como mi amigo, supongo que existen personas que no se dejan abrumar por el éxito que pueda posarse en ellos ocasionalmente, aunque sea merecido. Igual que las mariposas, este suele esfumarse rápidamente, con todo el ejército de cortesanos que le acompaña. El éxito es efímero y su belleza tiende a desaparecer. Un Nobel a la poesía y un Premio Euskadi de ensayo, no sé si es adecuado asociarlos con lo efímero del éxito. Depende. El Nobel ha sido para Tranströmer y sus bellas metáforas, inalcanzables. Su poesía es eterna y profunda: «Como el navío pasa entre la bruma / sin que la bruma nada perciba». Prescindible antes de ayer, ahora el «im» le acompañará durante un tiempo. Sarrionandia. Otro cantar. El de alguien que nos regala sus letras desde su ausencia, deserritik. Quizá todos quisiéramos ser un poco él, solo a veces, y puede que él desee ser alguno de nosotros, alguna vez. Su premio indudablemente merecido, se mancha de polémica y deja en evidencia la mediocridad de la clase política, incapaz de mantenerse al margen de la decisión de un jurado que ellos mismos, directa o indirectamente, han bendecido. Qué tristeza dan algunos; me hacen acordarme de los hombres grises, con maleta, los del Banco del Tiempo que habitaban en la novela «Momo», de Michael Ende, y que parecen seguirnos los talones. Quemaron la biblioteca de Alejandría, quemaron a Giordano Bruno, nada o todo nos queda por ver...

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