No hay calendario electoral en este país que no esté marcado por la acción política del independentismo vasco. Pero lo mismo se puede y se debe decir del resto de opciones electorales. Es cierto que la ilegalización de la izquierda abertzale ha marcado sustancialmente las últimas citas electorales, pero los agentes «activos» en ese diseño del escenario no han sido los representantes de la izquierda abertzale, sino los gurús del unionismo español y quienes, desde el mundo abertzale o la izquierda española, intentaron navegar entre dos aguas.

Por eso resulta sarcástico que sean quienes impulsan la ilegalización, y quienes la asumen como un mal menor o como un reto superable por la siempre alabada imaginación de la izquierda abertzale, quienes arranquen la carrera electoral con la advertencia de que «no debemos hacerles la campaña otra vez».

¡Qué obcecación! ¡Y qué arrogancia! Por un lado, no están dispuestos a mover ni un dedo para que cambien las condiciones antidemocráticas que ellos han establecido. Y, por otro, quieren presentar al independentismo como un agente «pasivo», sin nada que ofrecer a la ciudadanía vasca salvo una imagen de víctima propiciatoria sobre la que descargar todas las acusaciones que se les pasen por la cabeza. (No descartaría que en esta campaña se responsabilice a Martin Garitano de especular con la prima de riesgo española).

Mientras tanto, la realidad aparece cada vez más nítida ante las ciudadanas y ciudadanos que, voten a Amaiur o a cualquier otra opción, tienen previsto acercarse a las urnas. Los buenos resultados que auguran los analistas a la alianza soberanista no son fruto del «victimismo» ni de la casualidad. El apoyo popular que recibió Bildu el pasado mes de mayo ha sido cosechado gracias a una estrategia de largo recorrido, madurada a través del diálogo y el consenso, que no se va a detener el 20N.

Si quienes intentaron torpedear la presencia de Bildu en las elecciones forales y municipales, quienes todavía a día de hoy prefieren que Sortu siga en el limbo legal, prefieren repetir sus errores, allá ellos. Este país no se va a detener por muchas vallas que haya que saltar en la carrera electoral o, lo que es más relevante aún, en el proceso que tanto ha costado materializar.