El año pasado, en la celebración del día de la Ertzaintza, Patxi López arengaba a los presentes declamando que «la Ertzaintza es la punta de lanza que va conquistando para la libertad todos los espacios públicos de este país». Y dicho y hecho: antes de que llegara la segunda edición de su día y por si acaso no se habían cumplido aún las expectativas del lehendakari, la Ertzaintza se lanzó a la conquista del espacio público que era Kukutza arremetiendo en la labor contra todo lo que encontrara al paso, fuera persona o persiana. Es bien sabido que no hay conquista, ni hoy ni hace 500 años, sin la correspondiente zurra a los conquistados, así que no hay que quitarle a López que, en según qué cosas, se expresa con inequívoca propiedad. Otra cosa es que hable de libertad, que en cuanto lo pronuncia chirría, da como dentera y hace que la libertad se vea chiquita, apagadica y gris. Como cuando habla de política penitenciaria, y lo hace para decir que quien de verdad coarta la libertad de los presos es ETA. Aunque seguro las y los presos políticos vascos se lo agradecen, que son gentes muy agradecidas con todo aquello que les hace mondarse de risa.

El domingo pasado, en la segunda celebración del día de la Ertzaintza, ha vuelto a subirse al púlpito y ha declamado: «la convivencia se erigirá sobre la verdad de lo ocurrido o no será». Y solo de pensarlo, se me erizan los pelillos del cogote. Porque lo malo es que tiene razón, y que la verdad de lo ocurrido será una de las bases de la convivencia, y que según se extiende en su discurso, bien se ve que su concepto de verdad tiene las mismas características que su concepto de libertad.