Crisis de la eurozona
La UE se da más tiempo para pulir el plan franco-alemán
El anuncio de Angela Merkel y Nicolas Sarkozy de que han descubierto la fórmula que solucionará la crisis de la eurozona ha hecho que se retrase la cumbre de la UE prevista para los días 17 y 18 de octubre. Con el objetivo de pulir el plan franco-alemán, la cita se ha retrasado hasta el domingo 23. Se espera además que para ese día esté ya terminado el informe de los inspectores de la troika desplazados a Atenas.
Imanol INTZIARTE | DONOSTIA
Una de las críticas más frecuentes contra la Unión Europea, asumida y reconocida por muchos de sus propios dirigentes, es la lentitud con la que se toman las decisiones, circunstancia obligada por la necesidad de consensuar acuerdos entre estados con intereses dispares, cuando no divergentes.
El presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, dio ayer una nueva muestra de esta falta de velocidad al anunciar que la cumbre de líderes de la UE prevista para los días 17 y 18 de este mes se retrasa al domingo 23.
Según explicó el político belga, esta dilación «nos permitirá finalizar nuestra estrategia integral contra la crisis de la deuda soberana de la zona euro».
La decisión se produjo un día después de que la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Nicolas Sarkozy, anunciaran en Berlín que presentarán antes de fin de mes una «solución duradera» para estabilizar la zona del euro.
Su «paquete completo» de medidas, con la recapitalización bancaria como punta de lanza, incluirá «más integración» económica, más mecanismos anticrisis y la reforma de tratados comunitarios, todo dentro de una «nueva visión» europea, en la que «Grecia es parte de la eurozona» de forma indiscutible.
El presidente del Estados Unidos, Barack Obama, se apresuró ayer a ofrecer su «total apoyo» a la estrategia puesta en marcha por Merkel y Sarkozy, mientras que el ministro de Finanzas británico, George Osborne, apuntó que «la crisis del euro puede estar muy cerca de una solución», si bien pidió a los estados de la eurozona que acaben con las especulaciones sobre la economía griega y que «lleguen a una decisión y se ciñan a ella».
Hubo críticas más duras, con un papel estelar para el ministro italiano de Exteriores, Franco Frattini, quien manifestó que «una situación global no se resuelve con ejes bilaterales».
«Francamente, de todo el encuentro de ayer no hemos alcanzado a entender cuál ha sido la esencia. No había una agenda declarada y no sabemos siquiera si ha habido una agenda sustancial. Sería mucho mejor relanzar un método realmente comunitario que hiciera sentarse a todos los países miembros alrededor de la mesa, sin perder todo este tiempo arriesgando la caída de Grecia», sentenció.
Los inspectores dejan Atenas
Todo apunta a que para ese día 23 los mandatarios comunitarios ya tendrán sobre la mesa el informe de los inspectores de la troika desplazados a Atenas y que hoy abandonarán la capital griega.
El ministro de Finanzas, Evangelos Venizelos, expuso sus temores al apuntar que «la situación es peligrosa e insegura. El nivel de vida y los ingresos, debido a la contracción de la economía en 2012, volverán al nivel de 2004».
En la reunión celebrada ayer entre los acreedores internacionales y Venizelos se acordó que para 2013 y 2014 Grecia deberá recaudar otros 6.000 millones de euros de forma adicional para cuadrar las cuentas públicas. La troika también solicitó que se reduzca el salario mínimo en el sector privado hasta los 500 euros, desde los actuales 750.
Mientras, el rotativo «Financial Times Deutschland», citando fuentes gubernamentales, aseguraba que el Gobierno alemán considera «inevitable» la quiebra de Grecia. El portavoz del Ejecutivo, Steffen Seibert, no desmintió este extremo al ser preguntado al respecto, aunque se remitió al plan proyectado por Merkel y Sarkozy.
La incógnita eslovaca
Otra muestra del ritmo cansino al que se mueve la eurozona es que, cuando se celebre la cumbre del día 23, ya habrán pasado más de tres meses desde la cita del 21 de julio, en la que se concretaron los detalles del segundo rescate a Grecia -que Venizelos ya considera insuficiente y cree que la aportación privada deberá de superar el 21% de quita- y la ampliación de los poderes del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) para que pueda dar préstamos a los gobiernos e intervenir en el mercado secundario de deuda.
De momento, además, la modificación del FEEF continúa en el aire, con todas las miradas fijas en Eslovaquia. La votación parlamentaria está prevista para esta tarde, pero los cuatro partidos integrantes de la coalición gubernamental no lograron ayer ponerse de acuerdo y retomarán las conversaciones esta mañana. Un voto negativo de este país paralizaría todo el proceso de ratificación y abriría un abismo de incertidumbre.
Thomas Sargent, uno de los estadounidenses galardonados ayer con el Nobel de Economía, opinó que la crisis europea no es difícil de solucionar desde el plano de la teoría económica, pero que «la dificultad está en la política».
Su compañero Christopher Sims añadió que la supervivencia del euro pasa por «idear una manera de compartir las cargas y la competencia fiscal para vincular el presupuesto al Banco Central Europeo (BCE)».
Tras una maratoniana reunión de doce horas, el consejo de administración de Dexia aceptó en la madrugada de ayer la propuesta del Gobierno belga para dividir en tres la entidad y nacionalizar por 4.000 millones de euros la filial de ese país, Dexia Banque Belgique. El plan de rescate supone la apertura de negociaciones para que las entidades francesas Caisse de Depots et Consignations y Banque Postale respalden las operaciones de la filial gala, Dexia Municipal Agency, centrada en la financiación de entidades locales -entre ellas varias de Ipar Euskal Herria- y cuyo salvamento costará al Estado francés entre 650 y 700 millones de euros. También se está negociando con una sociedad de Qatar la venta de la filial de Luxemburgo.
El movimiento central del rescate es la transferencia de los activos dañados a una entidad residual -popularmente denominada «banco malo»- para sanear las cuentas. Se trata de los activos relacionados con la deuda soberana, entre los que figuran actividades de Dexia Sabadell (Estado español), Dexia Crediop (Italia) y DKD (Alemania). Este banco tendrá activos por 90.000 millones de euros, que serán garantizados por los estados belga (60,5%), francés (36,5%) y luxemburgués (3%). De este modo, a Bélgica le corresponderá garantizar unos 54.000 millones de euros, al Estado francés 32.850 millones y a Luxemburgo 3.150 millones. La Comisión Europea opinó que esta operación tendrá un «efecto estabilizador» en el mercado financiero.
Los dos máximos directivos de Dexia, el presidente del consejo de administración Jean-Luc Dehaene -primer ministro de Bélgica entre 1991 y 1999- y el consejero delegado, Pierre Mariani, comparecieron para defender su gestión y culpar del fracaso a la herencia recibida cuando se hicieron cargo de la entidad en 2008. Entonces, Dexia ya fue objeto de un rescate de 6.400 millones y una reestructuración por la exposición a las hipotecas subprime de su filial estadounidense, FSA.
Según defendieron ayer Dehaene y Mariani, las decisiones tomadas entonces, antes de que ellos fueran nombrados para sus respectivos cargos, no fueron las correctas. «Nos han faltado dos años más para alcanzar una situación normal. Si no hubiera habido un factor externo -la crisis de la deuda soberana-, habríamos tenido éxito», aseguró Dehaene, quien presentó su dimisión al frente de Dexia Banque Belgique, si bien mantiene aún su cargo en el Grupo Dexia a nivel global. Su análisis no fue compartido por el ministro belga de Finanzas, Didier Reynders, quien declaró que el nuevo banco será dirigido por «verdaderos profesionales», dando así a entender que, a su juicio, los actuales rectores no lo son.
Dexia no es el único banco rescatado en las últimas horas. El Gobierno griego anunció una operación similar con Proton, una pequeña entidad con treinta sucursales, algunos de cuyos directivos están siendo investigados por «malversación de fondos». I.I.