Iparragirre no puede permanecer en prisión
Coincidiendo con la campaña de movilizaciones y de denuncia por la situación que vive Ibon Iparragirre, el preso político de Ondarroa ha tenido que ser ingresado en Basurto con un cuadro febril. Precisamente, familiares y allegados de Iparragirre advirtieron hace unos días de que cualquier infección podría resultar fatal en el caso de este persona que, siendo portador del virus VIH desde los 17 años, ha visto cómo su estado de salud se deterioraba de forma acelerada a raíz de su encarcelamiento, hasta llegar a un punto en que su vida corre riesgo. En este sentido, mantener a Iparragirre encarcelado no solo demuestra una flagrante falta de humanidad en los responsables de la política carcelaria española, sino también un nulo respeto hacia unas normas legales que son taxativas, o deberían serlo, respecto a la situación de los presos con enfermedades graves e incurables.
Iparragirre debe quedar en libertad para poder ser atendido correctamente de la enfermedad que padece, la misma que no le impidió hacer vida normal durante veinte años, y que ha mostrado su virulencia una vez entre rejas. Mantener a esta persona en prisión solo puede obedecer a una apuesta por la venganza y el sufrimiento, que no solo no tiene cabida en estos momentos, sino que nunca debió marcar la política de un estado que se retrata a sí mismo.