El muro que condena a los palestinos a vivir en una cárcel
La misión vasca de visita en Palestina ha conocido por medio de los miembros de la campaña contra el Muro del Apartheid, cómo esta barrera ha transformado las aldeas palestinas en bantustanes o cárcelees a cielo abierto para los palestinos, a los que se impide circular libremente por las carreteras exclusivas para judíos. Pero también cómo la resistencia se mantiene.
Rubén PASCUAL | JERUSALÉN
Jamal Juma es un hombre con talla de estadista. De líder político. Y esas cosas se notan apenas empieza a conocerse a una persona. Este hombre, alto y con una perilla cana es miembro de la Campaña Popular Palestina contra el Muro del Apartheid y es representante de todos los comités populares de Cisjordania. A pesar de la humildad y cercanía que se siente al escucharle ha conseguido, a base de mucha paciencia y mucho trabajo agrupar a sensibilidades palestinas de lo más diversa en favor de una lucha.
Es la típica clase de persona con la que uno podría pasarse horas hablando hasta perder incluso la noción del propio tiempo. La representación de Euskal Herria que estos días visita los territorios ocupados ha podido comprobarlo en primera persona, cuando él mismo les ha ofrecido una información detallada sobre el muro que rodea ciudades y aldeas de Cisjordania, transformándolas en guetos o bantustanes, mientras aísla a otras que están siendo cercadas por la continua expansión de asentamientos sólo para judíos y que, junto a las «carreteras de conexión exclusivas para colonos» las dividirán aún más.
El citado muro, que comenzó a construirse en 2002 y que permite al Estado hebreo anexionar y aislar complemente Jerusalén, corazón de Palestina, crea un sistema de puertas y permisos que mantiene a la población palestina separada de sus tierras y, en muchos de los casos, la recluye, convirtiendo sus propios pueblos en cárceles a cielo descubierto.
Lo peor está aún por llegar. O al menos eso es lo que el Estado hebreo busca, ya que, según sus planes para un futuro no muy lejano, el 47% de la tierra de Cisjordania será confiscada y la población palestina terminará recluida en bantustanes, una jugada cuyos resultados en la Sudáfrica del apartheid son de sobra conocidos.
«Ni en los peores momentos de la Sudáfrica del apartheid existieron carreteras de uso exclusivo para blancos», detalla Juma.
Pero la historia del pueblo palestino aparece, una vez tras otra, claramente ligado a la resistencia. Esta vez no ha sido para menos. En respuesta a la construcción de este muro separatista se constituyó, gracias, en gran parte, a la labor de Jamal Juma, la Campaña Popular Palestina contra el Muro del Apartheid, que aúna diferentes ONG y comités populares con el objetivo de detener la construcción de esa aberración y desmantelar los más de 800 kilómetros construidos hasta hoy.
Además de acciones como obstaculizar las labores de construcción del muro o manifestaciones -desde 2002, 26 personas han muerto, según fuentes del colectivo Stop The Wall, del que Juma forma parte, mientras participaban en este tipo de acciones-, pidieron a la sociedad civil, partidos políticos y a la comunidad internacional que adopten posiciones proactivas para la desaparición de esa barrera que ha separado a decenas de familias.
A nivel local, la campaña se centra en documentar y denunciar las violaciones de derechos que sufren los palestinos, así como apoyar las acciones de resistencia que cada pueblo decida desarrollar.
En el plano internacional, Jumad tiene claro que el camino es el llamamiento a adherirse la campaña de Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS) contra el Estado de Israel para conseguir que se sienta aislado, «porque, si en Sudáfrica no se hubiera llevado a cabo esa tarea, el cambio nunca hubiera sido posible», destaca.
Concluye que la represión que Israel ha venido ejerciendo contra Stop The Wall «no ha hecho que nos rindamos». Todo lo contrario, el hecho de que «nos vean como gente con influencia» les insufla ánimos para seguir adelante.
La ONU recordó a Israel su obligación de proteger a los civiles palestinos y de garantizar la integridad de sus propiedades en los territorios ocupados, frente a las agresiones de colonos judíos contra personas, cultivos y mezquitas, que se han multiplicado durante la última semana.
La misión vasca que estos días se encuentra en los territorios ocupados llega a Arrabah, una aldea cisjordana cercana a Jenin, para, en principio, presenciar el inicio de la temporada de recogida de la oliva, uno los pilares de la economía palestina. Los palestinos se han organizado en «auzolan» para recoger las olivas, comenzando por aquellas aldeas más cercanas al muro y más susceptibles de ser atacadas por colonos. Sin embargo, a la llegada se encuentran con una protesta en favor de los presos palestinos en huelga de hambre. Los allí presentes -niños y adolescentes varones en su mayoría- recuerdan en especial, al secretario general del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), Ahmad Saadat, que, junto a cientos de presos políticos en cárceles israelíes participa en la huelga de hambre iniciada el pasado 14 de setiembre y cuyo estado de salud es realmente grave. Varios vecinos de la comunidad de Arrabah, donde el FPLP tiene gran presencia, hablan incluso de que podría encontrarse en coma. Cánticos, aplausos, gritos...
De los 6.000 palestinos recluidos en cárceles israelíes, son cerca de 700 los que -según fuentes palestinas- participan en el ayuno, a pesar de que las autoridades carcelarias hebreas sólo reconocen 234. Además, allegados a los reclusos denuncian que la Cruz Roja Internacional se negó a asistirles, vulnerando el derecho humanitario internacional, alegando que no había habido «comunicación oficial». Por ello, en Tulkarim, varios familiares de presos llevan a cabo una protesta ante la sede del CICR. R.P
Jamad Juma apoya la iniciativa de Mahmud Abbas de solicitar la plena membresía de Palestina ante la ONU, pero tiene claro que su objetivo es «devolver el conflicto a la ONU», en lugar de dejarlo en manos del Cuarteto, que insta a retomar las negociaciones. «No son para negociar los derechos de los palestinos, sino para hacer que se cumplan las resoluciones» dictadas contra el Estado hebreo y que éste reconozca también su responsabilidad en la Nakba, por lo que se reconocería el derecho al retorno. Juma no oculta su deseo de que «se hable de un estado democrático, en el que podamos vivir en paz y asegurar los derechos de todas las personas». «No es el momento de hablar de un Estado palestino, es momento de hablar de nuestros derechos», destaca, para apuntar que «después de que Israel reconozca su responsabilidad, podremos sentarnos alrededor de una mesa y ver cuál es la mejor solución». R.P.