Iker Bizkarguenaga | Kazetaria
Tampoco hace falta ser adivinos
Los acontecimientos se suceden en este país a un ritmo tan rápido, a veces vertiginoso, que muchas noticias son ya viejas antes de apagar el ordenador. Hay días en los que los periodistas nos sentimos como si mandáramos nuestros artículos desde la otra esquina del planeta, metiéndolos en una botella y esperando a que las olas los lleven sin prisa a la rotativa.
Sin embargo, y aunque no sepa qué nos depararán las próximas horas, sí hay un par de elementos que se repiten desde hace ya algún tiempo, sea cual sea la noticia que nos altera la rutina diaria. El primero es el permanente rictus de enfado que muestra la parte española del conflicto. Una mala baba constante como muestra de que las cosas no les van como hubieran deseado. Y no me refiero sólo a políticos y tertulianos, que vaya, sino también a una parte de la ciudadanía a la que en principio el asunto le toca muy de refilón y que anda como si le fuera el sueldo en ello.
Por ejemplo, hace unos días todos los vecinos de un piso del edificio que se levanta frente al Ministerio del Interior, en Madrid, en la zona llamémosle pija de la villa, desplegaron una enorme y apaisada bandera española con el lema: «Bildu, ez». Que no se en qué les afectará a esas personas la política municipal de Euskal Herria para hacer un despliegue de tal calibre. Igual les sobraba tela rojigualda de la última manifestación de la Iglesia, por decir algo, pero mucho esfuerzo me parece.
Y por otro lado, se habrán fijado en que mientras algunos se refieren al actual momento político en términos de pasado, de relatos y finales, otros lo ven como el inicio de algo importante, de una nueva etapa. Y si hay quien insiste machaconamente en que no se puede acabar nada sin «vencedores y vencidos», mucha gente se imagina ya un futuro en el que gane este pueblo. Estos son los que en verdad tienen todo por ganar; aquéllos, los del enervante soniquete, quienes realmente tienen miedo de perder su estatus.
Por eso, no tengo miedo de lo que pueda pasar esta noche, mientras las máquinas hacen magia y convierten estas palabras en algo legible. Sé que, pase lo que pase, más allá de las nuevas que nos traiga el alba, algunos seguirán enfadados y tratando de aferrarse al pasado, mientras que nosotros sonreiremos porque sabemos que el futuro lo tenemos ganado.