A Jean-Pierre Améris le faltaba hacer una película con la que traspasar fronteras a partir del éxito local. Estuvo a punto de conseguirlo hace diez años con «C'est la vie», protagonizada por Jacques Dutronc y Sandrine Bonnaire. Por fin lo ha conseguido gracias a «Les émotifs anonymes», con Benoît Poelvoorde e Isabelle Carré como inigualable pareja estelar. Dan vida a dos personas introvertidas y asociales a niveles enfermizos, por lo que su unión resulta explosiva. El romance que protagonizan es un cúmulo de obstáculos mentales a salvar, dado que la simple idea de relacionarse entre si, por mucho que se atraigan, les produce un efecto contrario de miedo irracional al contacto.

Tales fobias son descritas por Améris con pleno conocimiento de causa, habida cuenta de que él mismo las ha sufrido en su propia piel. Ha tenido que pasar mucho tiempo para que se haya decidido a contarlo en una de sus películas, y lo ha hecho mediante un guión escrito en colaboración con Philippe Blasband, lleno de situaciones cómicas en las que la pareja protagónica pasa por duros trances comunicacionales.

Como tragicomedia que es, «Les émotifs anonymes» tiene un sabor agridulce trasladado ambientalmente al escenario de una fábrica artesanal de chocolate. Ella es la maestra chocolatera que no se atreve a expresar sus conocimientos abiertamente. Él es el dueño, del cual se ríen sus operarios cada vez que tiene problemas para dirigirse a ellos.