Te vas a meter en un charco, me advirtieron anteayer cuando comenté que ya tenía pensado un tema para este Txokotik. Ciertamente, resultaría mucho más sencillo, viendo las cartas, darse mus y pedir cuatro nuevas. Pero tampoco se trata de jugar siempre con 31 y de mano, así que envidemos a pares con dos seises y ya veremos qué pasa.

Hablemos de pintadas. No de unas u otras pintadas concretas, sino en general. Me cabreé cuando vi una foto con unas palabras rotuladas con espray en la escultura de Jorge Oteiza instalada en el Paseo Nuevo de Donostia. Me importa un céntimo de euro qué pone en el mensaje, tanto me da que escriban «Gora Euskal Herria» como «Viva España» o «Vive la France». Para el caso, lo mismo me vale un «Koldo x Ainhoa» que un «Aquí estuvo Pedro». He viajado bastante y he visto acciones similares perpetradas en diferentes lugares: cuevas prehistóricas, castillos medievales, catedrales...

Hay que ser bastante obtuso para degradar de esta forma el patrimonio cultural. Lo digo como lo pienso. En situaciones de conflicto -laboral, político, ecológico o de cualquier otra índole-, valoro la pintada como medio barato y accesible de hacer público su mensaje para quien no dispone de otros altavoces mediáticos. Todos hemos visto la imagen de las carreteras de los Pirineos al paso del Tour con el asfalto repleto de mensajes reivindicativos o simplemente de ánimo a los ciclistas. Pero me reventaría ver esos mismos dibujos en el flysch de Sakoneta o que alguien usara el aerosol para pintarles gafas, bigote y perilla a la virgen y los apóstoles de Arantzazu.

¿Quién dice dónde sí y dónde no? ¿No sería lo más fácil decir que no siempre y en todo lugar? ¿Y los bienes privados como las cristaleras de una sucursal bancaria? ¿Y otros bienes públicos como las marquesinas del autobús? ¿Depende de quién lo haga, como en la polémica que hubo en Donostia a cuenta del dibujo atribuido a un famoso grafitero llamado Bansky? Buff, demasiados charcos para mis pobres katiuskas, a ver si alguien más se anima a mojarse.