Las presiones, o directamente amenazas, al Gobierno griego, procedentes de la Comisión Europea, Alemania y Francia principalmente, no son sino el indisimulado acoso a la soberanía de un país. La delicada situación de Grecia no se resolverá de la noche a la mañana, ni aceptando el plan de rescate ni rechazándolo, pero las decisiones de los dos últimos años del Gobierno griego llevaban a la hipoteca de su soberanía, además del consabido empobrecimiento de su población, la cual tiene derecho a decidir sobre el futuro de su país. Su decisión podrá ser acertada o no, pero será suya. Habrá quien afirme que una decisión tan compleja no la pueden tomar todos los ciudadanos, sino que es labor de expertos. ¿De los expertos de los gobiernos que han llevado al país a la situación actual? ¿De los que han permitido que la irresponsabilidad de unos pocos haya provocado una crisis mundial sin precedentes? Por supuesto, sería preciso explicar claramente el alcance de una u otra decisión, pero, de momento, la mayoría de los griegos no necesitan explicaciones sobre las consecuencias de las decisiones tomadas por su Gobierno hasta ahora, presionado por quienes temen preguntar a los ciudadanos.