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ANÁLISIS | ELECCIONES EN UN NUEVO TIEMPO

Unas elecciones muy distintas

La pugna entre PP y PSOE en la batalla por la Moncloa es secundaria para una gran parte del electorado vasco que ve que lo que se juega es la correlación de fuerzas para arrancar un proceso de normalización

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Iñaki IRIONDO

La campaña electoral arranca esta medianoche en un contexto desconocido en Euskal Herria en todos los comicios anteriores. La decisión de ETA de poner fin a la lucha armada abre un nuevo tiempo; pero estas elecciones van a ser también muy distintas porque se adivinan importantes cambios en el comportamiento del electorado que pueden alterar de raíz los mapas políticos conocidos hasta la fecha.

Por primera vez en ocho años y otras tantas citas con las urnas, la campaña electoral arranca oficialmente esta medianoche sin la incertidumbre de tener que esperar la resolución del Tribunal Constitucional sobre alguna candidatura vasca. Y ello a pesar de opiniones como las del ex fiscal de la Audiencia Nacional Ignacio Gordillo, quien afirmó ayer que considera «un error enorme que se va a pagar caro» que nadie haya impugnado las listas de Amaiur, porque entiende que gracias a ello «ETA va a estar en las instituciones». Este arranque «normalizado» tiene una doble lectura: por una parte, la acumulación de fuerzas independentistas ha conseguido desactivar electoralmente la Ley de Partidos; pero por otro lado no cabe olvidar que la izquierda abertzale en su expresión política organizada, que es Sortu, sigue estando fuera de la ley y eso tiene importantes repercusiones organizativas, pero también en la propuesta de candidatos y todo el trabajo de campaña.

La decisión de ETA de poner fin a su lucha armada abre un nuevo tiempo en Euskal Herria. Y aunque la decisión en sí es posible que no produzca vaivenes electorales, el contexto en el que se ha ido gestando, los movimientos realizados por la izquierda abertzale y la recolocación de otros agentes, sí que van a tener una fuerte incidencia en el mapa político que todo indica que, desde las elecciones municipales y forales, está en un proceso de simplificación y recomposición.

Al tratarse de unas elecciones a Cortes españolas, el componente de la designación del próximo inquilino de la Moncloa se convierte en un elemento nuclear, aunque para una buena parte del electorado vasco quede en un segundo plano. Pero este eje de la campaña no afecta sólo a PP y PSOE, sino también a cuál va a ser la posición de colaboración o de oposición de otras fuerzas vascas en relación al futuro Gobierno español. Y dado que UPN se ha atado por coalición al PP, la que deberá cuidar su perfil con mayor celo es el PNV.

Las dos federaciones vascas del PSOE (PSE y PSN) parecen estar abocadas a un batacazo histórico por culpa de las prácticas del Gobierno español, pero también por sus propios pecados. No cabe olvidar que en el test del 22 de mayo, el PSE ya sufrió unas pérdidas por encima de la media del PSOE y el castigo al PSN también fue notable. Ahora, además de las valoraciones que merezcan el tándem Zapatero-Rubalcaba, el electorado juzgará las acciones e inacciones de un Patxi López sostenido por el PP y de un Roberto Jiménez casado por lo gubernamental con Yolanda Barcina.

En cuanto al PP, a quien todas las encuestas señalan como gran vencedor en el Estado español, ha tenido la prudencia de unirse con UPN en Nafarroa, para no dividir el voto de la derecha ante lo que considera la amenaza independentista. En Araba, Bizkaia y Gipuzkoa sus votos han fluctuado en este tipo de comicios como vasos comunicantes con las papeletas del PSE. Sin embargo, ni en los tiempos de la mayoría absoluta de Aznar en 2001 ha logrado un triunfo absoluto, que tampoco en esta ocasión se ve factible. El techo del PP en la CAV ha estado históricamente muy por debajo del del PSE, así que no todo lo que pierdan éstos lo va a poder rentabilizar Mariano Rajoy.

Pese al mensaje de bipolaridad PP-PSOE con el que nos van a bombardear los grandes medios de obediencia española, el 20-N Euskal Herria se juega mucho en relación a su reconocimiento como nación y su correlación interna de fuerzas con vistas al proceso de normalización política. Ahí entra en juego la distribución de fuerzas en el seno del ámbito abertzale.

El PNV llega a estos comicios en un momento de ciclo decreciente. Tuvo problemas en las elecciones municipales y forales de 2007, la abrumadora victoria del PSE en los comicios al Congreso de 2008 fue entendida internamente como un drama, sensación que se acentuó tras ver que ganar en las autonómicas de 2009 tenía la resaca de salir de Ajuria Enea. Y el pasado 22 de mayo, aunque subió en votos, perdió buena parte del poder municipal y foral, empezando a dar la sensación de ser un partido «bilbaodependiente».

Por su izquierda, el PNV ve emerger la agrupación de fuerzas independentistas. Bildu ya fue una amenaza para su hegemonía en mayo y la suma ahora de Aralar pude hacer crecer más el voto de Amaiur.

En todo caso, para un abertzal, la pugna no debiera ser tanto entre el PNV y Amaiur como de quienes creen en el derecho a decidir de Euskal Herria frente a quienes nos niegan como nación. Sin embargo, una vez que los jeltzales no quisieron buscar la suma de fuerzas, va a ser inevitable que cada cual quiera obtener el mayor apoyo posible.

El PNV ha optado por una campaña de corte «presidencialista» muy centrada en Josu Erkoreka. Habida cuenta de que su nombre suena también como futuro candidato a lehendakari, estos comicios tienen añadido un cierto aire de «primarias» que pueden determinar el futuro del político bermeotarra.

Y habrá que ver cuál es el mapa que surja en Nafarroa, donde las nuevas relaciones han escindido Nafarroa Bai para el Congreso pero se mantiene en ayuntamientos y Parlamento foral, lo que hace prever unas relaciones complejas en el futuro. En todo caso, Amaiur surge como un agente con un claro protagonismo, capaz de poner nerviosa a la derecha que hasta hace poco se creía omnipotente.

Las primeras elecciones sin lucha armada de ETA pueden ser también las primeras de muchos otros cambios.

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