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Crónica | el trabajo diario de jaiki hadi

Asistir a un preso enfermo con un funcionario a un metro

El derecho a la salud también está preso. ¿Es posible hacer una sesión de sicoterapia, o algo similar, teniendo un funcionario de prisiones a un metro? ¿Y seguir la evolución de una enfermedad por carta? ¿Y recuperarse en un hospital en el que no mandan los médicos, sino los policías?

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Ramón SOLA

La presentación pública del informe sobre «salud y cárcel» elaborado por el colectivo Jaiki Hadi, anteayer en Andoain, sirvió para constatar en qué condiciones trabajan profesionales como Oihana Barrios y Mati Iturralde con los presos políticos vascos. Su conclusión general es que la cárcel supone un espacio «insano» de por sí, y los asistentes le sumaron otra al final: en esas condiciones, no enfermar primero y curarse después resulta casi un milagro.

El informe -del que ya dio cuenta ayer GARA- cita el incremento de problemas sicológicos por la política carcelaria. Tres de cada diez miembros de EPPK que están enfermos sufren este tipo de trastorno. ¿Cómo atenderles? Barrios explicó que, para poder entrar en las cárceles, a los sicólogos de confianza de estos presos se les imponen tres condiciones ineludibles: la conversación está intervenida, no se puede hablar en euskara y un miembro del servicio médico de la cárcel -o en su defecto un funcionario de prisiones- debe estar presente. Si no se acepta, no hay sesión.

En la práctica, eso se traduce en situaciones como ésta: «He tenido un funcionario a sólo un metro de distancia y diciéndonos que habláramos más alto, que no nos oía», explicó Barrios. En estas condiciones, ¿se puede hacer una sicoterapia?, preguntó una persona del público. «No considero terapia lo que hago, más bien seguimiento. Aunque a veces logras abstraerte...».

Médicos y traslados

Los miembros de Jaiki Hadi están abocados a pegarse contra la pared, contra el muro carcelario en este caso. En lo que atañe a los presos con trastornos síquicos, Barrios indicó que constatan con sorpresa que «aunque los médicos de la cárcel los vean mal, en situación de deterioro, nunca van a decirles si necesitan algo. Y con nosotros hay una falta de colaboración total, incluso para saber qué tratamiento les han dado o cuál ha sido el resultado de unas pruebas». A las trabas personales se les suma la «burocracia infinita», y hay ya 22 casos en que las peticiones de visita de los sicólogos de confianza han sido denegadas directamente.

Iturralde añadió que sus «colegas» de las prisiones «te hablan siempre de seguridad, de condiciones, de normas, e incluso de los delitos que han cometido estos presos...» Para ellos, el derecho a la salud está siempre subordinado al rígido y muchas veces arbitrario régimen carcelario. Uno de los asistentes al acto recordó que dos médicos de Quatre Camins y Monterroxo han sido condenados incluso por propinar maltratos a los prisioneros ellos mismos.

Así las cosas, narraron que hay presos que deciden directamente renunciar a la atención médica externa por la violencia que acarrean los traslados. Evocó el caso de Gotzone López de Luzuriaga, enferma de cáncer, cuando fue sacada de la cárcel de Jaén al hospital. Le ocurrió de todo, según detalla el informe de Etxerat: «Sesiones suspendidas por la incomparecencia de los policías destinados a trasladarle al hospital, conducción a la consulta con la enferma esposada por detrás de la espalda, presencia de la Policía en la consulta médica sin respetar la intimidad y confidencialidad de la consulta, trato violento por parte de los encargados de la custodia, sesiones de radioterapia suspendidas con la excusa de la avería de la máquina...».

Los hospitales y Lakua

Cabría pensar que la asistencia siempre será mejor si se produce en un hospital. Pues no, replicó Mati Iturralde. «Los ingresos suponen una situación totalmente agresiva, las habitaciones se convierten en una especie de módulos de aislamiento dentro del hospital, donde el preso está sometido siempre a la custodia policial y no al criterio médico». El último ejemplo fue el trato dado a Ibon Iparragirre en el hospital de Basurto, hace unas pocas semanas y que motivó críticas sindicales.

Queda claro que el sistema sanitario público vasco tampoco está por encima de Instituciones Penitenciarias. Y falta por ver si el reciente trasvase de los servicios médicos de Basauri, Martutene y Langraitz a Osakidetza va a cambiar algo.

De momento, el jueves los responsables de salud de Lakua también estaban invitados a la presentación del informe de Jaiki Hadi, así como los responsables de los colegios profesionales. No acudieron, pero Jaiki Hadi tocará su puerta más adelante para saber cómo valoran este trabajo.

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