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Joseba Permach Militante de la izquierda abertzale

La democracia cotiza a la baja. ¡Viva la democracia!

Coincidiendo con la designación de Lucas Papademos como primer ministro de Grecia, Joseba Permach hace una reflexión sobre las consecuencias que la propuesta de reférendum de su antecesor Yorgos Papandreu tuvo en el conjunto de la Unión Europea. A juicio del militante de la izquierda abertzale, el ejercicio de la democracia «pone muy nerviosos a los que verdaderamente mandan en el mundo».

Fue suficiente que el ya ex primer ministro de Grecia Yorgos Papandreu anunciara un referendum sobre las medidas de ajuste impuestas por la Unión Europea para que las bolsas de todo el mundo se hundieran. Será simplemente una casualidad, pero resulta gracioso que quien fuera la cuna de la civilización occidental y de la propia democracia, Grecia, pudiera ser, con un ejercicio de dar la palabra al pueblo, desgraciadamente frustrado, capaz de poner en jaque al sistema capitalista occidental.

El famoso filósofo marxista Slavoj Zizek decía recientemente, como si de una pequeña profecía se tratara, que la democracia empieza a llevarse mal con el capitalismo. Lo cierto es que no creo que el propio Zizek piense que lo que comúnmente se conoce como estado democrático sea una verdadera democracia y más bien apuntaba a los riesgos del capitalismo autoritario de China o Singapur. En todo caso, lo ocurrido con el referéndum de Grecia pone en evidencia que la democracia, en este caso un ejercicio tan democrático como preguntar al pueblo, pone muy nerviosos a los que verdaderamente mandan en el mundo.

De hecho, lo que está ocurriendo en los últimos tres años es que el velo se está cayendo, que la mentira está quedando en evidencia, que la farsa se está acabando y que la cruda realidad se abre paso de forma rotunda, agria y sin contemplaciones. Los pilares ideológicos o paradigmáticos sobre los que se ha sustentado el sistema capitalista se hacen añicos un día sí y otro también.

Nos dijeron que los mercados funcionaban, que la intervención estatal era perjudicial, y que no hacía más que generar problemas y fallos de mercado. Había que globalizar y sobre todo liberalizar. Nos dijeron que vivíamos en una democracia, que elegíamos libremente a nuestros representantes, que éramos soberanos y que además teníamos la suerte de vivir en la Europa Social. Además de todo ello, a los independentistas nos dijeron que en pleno siglo XX (ahora XXI) no era necesario tener un estado para «desenvolverse» libremente en un mundo globalizado.

Pues bien, es evidente que los mercados no funcionan, que la crisis actual no es cíclica, que no va a pasar de un día para otro, que los estados han tenido que inyectar miles y miles de millones de euros para supuestamente evitar el colapso financiero y que los ciudadanos vamos a tener que pagar con recortes sociales las consecuencias de todo ello. Pero, repetimos, se acabaron las caretas, el mercado no funciona y no lo decimos nosotros, lo dijo a principios de esta crisis (¡hace ya tres años largos!) el presidente de la CEOE, por aquel entonces Gerardo Díaz Ferrán: «Hay que hacer un paréntesis en la economía de mercado» (septiembre de 2008).

Es importante percatarse de la transcendencia de esta frase, de todo lo que ha acontecido desde que lo dijera, de cómo abiertamente se le ha pedido a los estados que intervengan en los mercados, de cómo lo han hecho y de las consecuencias que ha tenido. Pero quisieramos poner en evidencia que lo más importante no es que las medidas tomadas hayan sido a favor de unos pocos. No. Lo importante ha sido que ello lo han tenido que hacer con luz y taquígrafos. Que lo que durante décadas llevan haciendo en la penumbra reluce ahora a plena luz del día.

Son los grandes poderosos financieros los que dictan a los jefes de estado qué políticas llevar a cabo, los recortes a realizar y los proyectos que se han de impulsar (se entiende que económicos y no sociales). Es lo que han hecho durante décadas, por no decir siglos, pero en esta enésima crisis lo han tenido que hacer sin poder esconderse. Y esto obviamente les supone un gran coste más allá de lo que pueda parecer a primera vista.

Su premisa principal, la teoría de la mano invisible, ha sido puesta en evidencia, no funciona, se necesita la intervención del estado. Se acabó la mascarada, puesto que si la intervención del estado es necesaria, la política se hace mayor de edad; reclama democracia y poder decidir libremente. ¿Intervención para qué, cómo y para quién?

Ello supone, por ejemplo en nuestro país, debatir si hay que recortar el gasto social o hay que recortar en obras y proyectos faraónicos que sólo buscan el enriquecimiento de unos pocos. O por otra parte, y para que en el futuro no haya recortes, si hay que llevar a cabo una reforma fiscal más equitativa que la que ha permitido a algunos obtener pingües beneficios sin una verdadera presión fiscal. En definitiva, llevar a cabo verdaderos debates políticos y democráticos que permitan incidir en la economía, y no a la inversa, como ocurre en la actualidad. Cuando la magia de la mano invisible desaparece, aparece la necesaria mano pública. Y éstá, obviamente, ha de estar al servicio de los y las ciudadanas.

Y es lo que ha ocurrido en Grecia. Ha sido suficiente que un mandatario plantee la necesidad de preguntar a sus compatriotas si les parece bien el plan impuesto por los bancos franco-alemanes, perdón, por Sarkozy y Merkel, para que todo el mundo pierda los papeles: Los dirigentes de todas las democracias occidentales instando a Papandreu a que no sea tan demócrata, que no le pregunte al pueblo, no vaya a ser que la mayoría no quiera lo que quieren unos pocos. Hasta Rubalcaba, demócrata que nos instaba recientemente a elegir entre bombas o votos, en plena campaña lectoral ha sido capaz de criticar a Papandreu avisando de facto a sus votantes que quien cuente con él no espere nada de referéndums o ejercicios democráticos de la misma índole ( ¿Tendrá el mismo asesor de comunicación que Patxi Lopez?).

No sabemos lo que ocurrirá finalmente en Grecia, que estrena gobierno. No podemos decir que este sistema vaya a desaparecer de un día para otro. En absoluto. Sus armas y poder económico, financiero, político y mediático todavía son enormes. Pero todo ello se basaba en unas premisas supuestamente inmutables que hacían del paradigma capitalista algo sin posibilidad de alternativa alguna. Lo cierto es que sus cimientos ideológicos se derrumban como un castillo de arena frente al constante golpeo de las olas democráticas. La mentira no hace castillos sólidos, aunque perduren durante siglos. La marea tarde o temprano los arrastrará. Copernico tuvo que padecer la cárcel pero el paradigma ptolomeico cayó y el universo dejó de girar entorno a la tierra para hacerlo ésta alrededor del sol.

Es hora de que dejemos de girar en torno a los mercados, para que la economía pase a girar alrededor de la política. Y la política siempre tiene que llamar a la puerta de la democracia, o no es política. El próximo 20 de noviembre también los vascos y las vascas podemos hacer nuestra pequeña ola democrática y Amaiur nos ofrece en esa dirección una verdadera oportunidad. Actuemos como pueblo y como auténticos ciudadanos y ciudadanas que reclaman democracia de verdad. ¡No te quedes en casa!

Posdata: Papandreu finalmente retiró su propuesta de referéndum y decidió no seguir al frente del gobierno. Una vez más los bancos alemanes y franceses ganaron una batalla, pero repetimos, cada vez de forma más burda, poniendo en evidencia en este caso a qué y por qué tienen miedo: ¡a la democracia!

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