Tender puentes hacia un consenso reparador
Las instituciones de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa celebraron ayer el «Día de la Memoria» y, la forma en que lo hicieron, fue una clara muestra de que este es un tema en el que las posiciones están aún lejos de encontrarse. El ejemplo más significativo fue probablemente lo ocurrido en el Parlamento, donde el mismo acto fue escenario de dos ofrendas diferentes y un comportamiento bochornoso por parte de la presidenta, y donde los representantes de una parte muy importante de la sociedad no pudieron siquiera decidir cómo participar, porque han sido excluidos de la Cámara. Queda, por tanto, mucho camino por recorrer, y quienes tienen responsabilidades políticas e institucionales deberían ser los primeros en marcar el paso.
En este sentido, la asistencia de representantes de Bildu a los actos celebrados en los tres herrialdes es un indicador de la disposición de la coalición de avanzar hacia un punto en el que todas las partes puedan verse reconocidas. En Donostia, Martin Garitano se lamentó porque el de ayer no fue el día de toda las víctimas, y ciertamente no lo fue, porque algunos aún son remisos a reconocer el daño causado por el Estado. A pesar de ello, los electos de Bildu tendieron un puente con la esperanza de que más pronto que tarde exista un consenso en el que se reconozca y se repare a todas las víctimas de la violencia ejercida en este país.
Un puente que, por lo que pudo verse ayer, les va a costar atravesar a algunos partidos y dirigentes políticos, incluyendo el lehendakari, Patxi López. Llevado una vez más por una posición de parte, cuando insistió en evitar «equiparaciones» entre víctimas, lo que hizo López fue discriminar a muchas personas que han sufrido, al menos, tanto como aquellas que prevalecen en su memoria y en la de su partido. Asimismo, al atribuir a «algunos funcionarios» los episodios de violencia protagonizados por el Estado, faltó a la verdad, ya que el lehendakari sabe perfectamente que esos «funcionarios» han contado en todo momento con la cobertura de las instituciones estatales. Sabe, por ejemplo, que ningún condenado por guerra sucia permanece en la cárcel, o que todos los condenados por torturas son sistemáticamente indultados y, muchas veces, condecorados. Y como lo sabe, si realmente quiere participar de ese consenso y ser fiel a su palabra, debe empezar por reconocerlo.