La ópera prima de Max Lemcke «Mundo fantástico» quedó casi inédita, pero su siguiente «Casual Day» obtuvo una importante repercusión por la actualidad de su tema, acerca de la inestable situación laboral en las empresas y sus sistemas para fomentar la competitividad entre sus empleados. Para su tercer largometraje ha escogido otro asunto candente, como lo es la problemática de la vivienda suscitada por la corrupción en el sector inmobiliario.

Tras su triunfo en el Festival de Málaga y una muy buena recepción crítica, «Cinco metros cuadrados» está llamada a conseguir la identificación del público. Por su trasfondo costumbrista ha sido comparada con clásicos de los 50 como «El pisito» o «El inquilino», respectivamente realizadas por Marco Ferreri y Nieves Conde. Lo que ocurre es que en la película de Lemcke el drama se impone a la comedia, hábida cuenta de que los fraudes de los constructores han dejado a muchos compradores de pisos en una precariedad de tintes trágicos. En consecuencia, el tono sombrío se apodera de las caracterizaciones estelares de Malena Alterio y Fernando Tejero, muy metidos en la vida contrariada de una joven pareja que ve sus sueños rotos por culpa de una vivienda cuya entrega se retrasa sine die. Cometieron el error de comprarla sobre plano, creyendo que llegaría el momento de verla acabada.

La desesperación provocará una crisis en su relación, ante la actitud más obstinada de él, que está dispuesto a ocupar el piso piloto, el único de todo el complejo urbanístico habitable.