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Txisko Fernández | Periodista

Europa, un océano y una pecera

En las últimas semanas, como ya viene siendo la tónica general durante los últimos años, andan los máximos próceres europeos -título que se arrogan ellos, porque la gente de a pie los cataloga con epítetos mucho más agrios- intentando «refundar» Europa. Dicen una y otra vez que lo intentan y, a fuerza de insistir en ello, nos acabarán convenciendo de que, por mucho que se esfuercen, no lo van a lograr nunca.

Las estrellas político-mediáticas de estos tiempos son Angela Merkel y Nicolas Sarkozy. Hay quienes los coloca al mismo nivel -los menos- y quienes -los más- aseguran que el presidente francés no es más que el báculo que le sirve a la canciller alemana para disimular un poco su papel de única dirigente de «Europa», es decir, de la constreñida Unión Europea que funciona con el euro.

Bueno, pues ya que les veo tan perdidos en su eterna búsqueda de Europa, les voy a recordar una parábola que he conocido hace poco al hilo de una reflexión realizada por una sicóloga en torno a la felicidad y la ansiedad. Más o menos, esta es la ejemplar historia: se encuentran dos peces; un alevín se dirige a un experimentado adulto con una pregunta sencilla: ¿me puede indicar dónde está eso que llaman océano?; el anciano le responde: esto es el océano; al intrépido adolescente no le sirve la respuesta y, obcecado, replica: ¿cómo va a ser esto el océano, sino es más que agua? Insatisfecho, se aleja nadando en busca del océano.

Por muchos discursos solemnes que lancen Merkel y Sarkozy, son ellos quienes no entienden que Europa es esto, y no el sueño delirante de un prócer. Esta Europa, la del euro y la otra, la componen millones de mujeres y hombres que buscan cada día un poco de felicidad. Es la Europa en la que conviven más naciones que estados. En esta Europa está nuestro país, aunque todavía haya quien se resista a ver que Euskal Herria es como el océano de la parábola: existe sin más.

Si las mujeres y los hombres de Europa, si las naciones europeas han convivido en este océano durante siglos, podrán seguir haciéndolo en adelante sin que nadie tenga que tener la maldita tentación de convertirse en el «gran líder». Porque el riesgo es que nos metan en su pequeña pecera, donde también hay agua, pero no es lo mismo.

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