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Martí PERARNAU | Autor del blog martiperarnau.blogspot.com

Ciclo corto, ciclo largo: una gestión decisiva

A la distancia entre dos partidos la denominamos ciclo: si es de tres días (72 horas) o menos, se trata de un ciclo corto; si es de cuatro días (96 horas) o más, hablamos de ciclo largo. La importancia de uno u otro es elevada en el fútbol actual, especialmente por la concatenación de los mismos. Si el fenómeno de disputar dos partidos semanales sólo se produjese de forma muy esporádica, con toda probabilidad no tendría la menor importancia. Pero al sucederse de manera continua, la longitud del ciclo ha adquirido gran trascendencia para los equipos inmersos en dicho ritmo de dos encuentros por semana.

Aunque la diferencia entre corto y largo pueda parecer insignificante, no es así. En ocasiones hablamos de una diferencia entre ambos de sólo 24 horas, pero en otras muchas son más de 36 horas. Tiempo suficiente para que se alteren algunos factores de relieve: la posibilidad de un viaje más cómodo, una noche más de sueño y uno o dos entrenamientos más. Todo ello conforma un status de recuperación mucho más completo. En tres días, el proceso se hace muy difícil de cubrir, en especial si se le añade un viaje lejano seguido de otro desplazamiento.

Tres días no permiten completar todas las fases de descompresión física y emocional, desplazamiento, recuperación de los niveles vitales óptimos, readaptación a los entornos físicos y geográficos, preparación del nuevo encuentro y aproximación al mismo. Si los dos partidos que componen el ciclo corto se disputan en terreno propio, algunos de estos factores se ven compensados. Por el contrario, si ambos son a domicilio, el proceso se ve aún más entorpecido, en especial si se trata de viajes largos.

A partir de las 72 horas, sin embargo, los preparadores de un equipo sí disponen de la capacidad para recuperar al máximo a sus integrantes. La gestión de los ciclos es, en la actualidad, casi una ciencia dentro de la preparación de los conjuntos, aunque acostumbra a pasar desapercibida ante la corriente moderna de estar más pendientes de sospechar de las rotaciones que de entenderlas.

La gestión comprende dos ámbitos: uno micro, donde los responsables intentan resolver los problemas concretos que genera el ciclo corto (golpes, fatiga, desánimo, bajo rendimiento, euforia excesiva, concentración ante el nuevo esfuerzo y motivación tras gran desgaste); y otro macro, donde deben gestionar los estados de forma individuales y colectivo. Así, un equipo que no está acostumbrado a disputar dos partidos semanales, sino uno sólo, sufrirá un shock inevitable cuando el calendario le obligue a ejecutar varios ciclos cortos continuados.

La gestión de los ciclos contempla también la opción contraria: equipos tan acostumbrados a disputar dos partidos semanales que precisan cortar el ritmo de vez en cuando para evitar que sus jugadores se pongan demasiado pronto en buena forma. Hay que comprender un hecho: lo que pone en forma a los futbolistas es jugar partidos. Si disputan dos por semana, por una parte se fatigan, pero por otra se afinan. Y en el balance global, si son futbolistas acostumbrados al ritmo, se ponen en forma en pocas semanas. Para evitar que esto ocurra en períodos no decisivos de la temporada, los preparadores interrumpen voluntariamente esta dinámica en algunos jugadores para cargar sus piernas y orientarles hacia la plenitud en los meses trascendentales. En fin, la gestión de los ciclos es, hoy, una de las herramientas importantes en la vida interior de un equipo.

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