Concluyó ayer una edición de Durangoko Azoka en ciertos aspectos atípica, en gran medida debido a las fechas por las que ha transcurrido. El hecho de que el único festivo para los visistantes de Ipar Euskal Herria fuera el domingo probablemente habrá reducido su presencia. Por lo demás, la afluencia de gente ha variado según los días. En cualquier caso, las más de cien mil personas contabilizadas durante los cuatro primeros días dan una idea del indudable poder de convocatoria de una Azoka en la que este año los más jóvenes han sido los visitantes más fieles a diario, con lo que a buen seguro ha tenido que ver, además de Haur Literatura Aretoa, la amplia oferta para ellos. Tres nuevos espacios, Irudienea, Szenatokia y Kabi@, se han unido a otro cuya consolidación ha sido evidente en la presente edición: Ahotsenea. Un espacio que ha ofrecido variedad y calidad literaria y musical.

La valoración ha sido positiva, y es que resulta difícil que la valoración global de ese acontecimiento sea negativa. Si bien las editoriales afirmaron haber notado la crisis, las ventas han sido aceptables, destacando, como era de esperar, las obras de Joseba Sarrionandia, y ha sido significativa la buena acogida, además de las novedades, de las diversas obras de carácter histórico, especialmente las relacionadas con la conquista de Nafarroa, a las puertas del 500 aniversario de la misma, sin olvidar las que tratan sobre la guerra del 36, lo que denota un interés especial por la memoria de este pueblo.

En Euskal Herria, en el mundo, es tiempo de cambios, y también lo es para la Azoka, para cuya siguiente edición contará con un nuevo director, Aiert Goenaga. Nuevo tiempo al que también las editoriales han de adecuarse, y ya preparan un plan estratégico para hacer frente a los nuevos retos. Es, pues, tiempo de cambios que, con sus aspectos tanto positivos como negativos, es preciso afrontar. En cualquier caso, parece garantizada la referencialidad indiscutible de Durangoko Azoka como lugar de encuentro de la cultura vasca.