Las temperaturas bajaron considerablemente y, ayer, los abrigos tenían que ir acompañados de guantes y gorro. No obstante, el calor humano predominaba en el Boulevard donostiarra, donde a las 12.30 se dio por concluida la ronda de ayunos a favor de los derechos de los presos políticos vascos que arrancó hace una semana.

Alrededor de 150 personas, entre ellas el alcalde de la capital guipuzcoana, Juan Karlos Izagirre, se congregaron bajo el emblemático reloj tras la pancarta que durante los siete días precedentes agente políticos, sindicales, grupos feministas o sociales e incluso instituciones han sostenido en los ayunos, que han tenido al campus universitario de Ibaeta como punto de encuentro, con cambios de turno diarios cada mediodía.

«Arrimando el hombro»

Con la canción «Lili bat» de Mikel Laboa de fondo, Nagore Gartzia, de Egin Dezagun Bidea, anunció el fin de los relevos, resaltando no sólo la participación de Donostia, sino el seguimiento paralelo que ha tenido la iniciativa en múltiples localidades vascas. «Nos hemos unido una vez más por sus derechos, hemos trabajado entre todos -dijo-, cada uno arrimando el hombro desde su propio ámbito».

Recordando que el respeto de sus derechos y el fin de la actual política penitenciaria está en la agenda, consideró que será inevitable dar una solución a la cuestión. Emplazó a los estados español y francés en la medida en que tienen «la llave» para abrir esa puerta, pero subrayó que también el empuje de la sociedad vasca es definitivo. «Ya ha mostrado cuál es su voluntad, y hará otro tanto el próximo 7 de enero», avanzó.

Convencida de que la asistencia será masiva, puso el acento en la necesidad de animar «en el trabajo, en la escuela, en la calle» a quien todavía dude si acudir o no a Bilbo para caminar tras la pancarta y pedir la repatriación de los presos.

Al igual que las citas precedentes han sido multitudinarias, Gartzia auguró que la de enero será capaz además de trazar una línea clara entre el pasado y el futuro. «Lortuko dugu», concluyó.