Crónica | Relatar la represión de Euskal Herria
Euskal Memoria recibe el legado de los que destaparon el terror de 1936
Mientras exista la represión, debe haber gente que la documente para evitar que acabe siendo enterrado en el olvido. En Nafarroa fue el libro «1936. De la esperanza al terror» el que mostró la verdadera cara del Alzamiento. Ayer, sus autores cedieron el testigo a Euskal Memoria.
Aritz INTXUSTA
La Asociación de Familiares de Asesinados Navarros (AFAN) y la Fundación Altafaylla organizaron ayer una jornada de actos en Tafalla en homenaje a las víctimas del 1936 y como celebración de los 25 años de la colosal obra «De la esperanza al terror», el relato científico, fiel e incontestable de la represión ejercida en Nafarroa por el llamado «bando nacional». El encuentro combinó exposiciones, actos de respeto a los fusilados y una comida popular, y fundamentalmente sirvió para que, de manera natural, Altafaylla cediera el testigo de la crónica de la represión a Euskal Memoria.
«Documentar la represión es una cadena que no debe romperse. Nosotros como Altafaylla recibimos el testigo de pioneros como Jimeno Jurío», comenta Juan Karlos Berrio. «Tras 25 años, había llegado el momento de avanzar en la cadena, de dar el relevo a gente nueva, de enlazar con el siguiente eslabón. Aunque todo cuanto hemos hecho está a disposición de la sociedad, el testigo se lo cedemos a Euskal Memoria», dijo Berrio.
El encargado de coger el testigo por parte de Euskal Memoria fue Iñaki Egaña. «Para nosotros supone un gran honor. Altafaylla ha sido una referencia crucial a la hora de hacer investigación seria y científica», afirmó Egaña. «Además, es una responsabilidad importante. Ellos han buceado dentro de lo que quizá fue el momento más importante de la historia de los vascos en el siglo XX, hasta llegar a la verdad. Muchas de las circunstancias que ahora vivimos tienen su raíz en esos momentos y el trabajo de Altafaylla ha sido fundamental», continuó.
Desde Euskal Memoria se recibe también este legado como un compromiso. «Todo cuanto resulte de nuestro trabajo será patrimonio de todos. Euskal Memoria tan sólo será un instrumento para continuar en esa dirección. En su momento, habrá otros que recogerán todo el material para seguir hacia adelante y, así, mantener vivo a este pueblo», sostuvo Egaña.
Homenaje y comida
Tafalla se convirtió ayer en un lugar para el reencuentro de cientos de personas que trabajan para que el pueblo no olvide. Solo en la comida había ya 160 comensales. El día comenzó con un homenaje en el Ayuntamiento a los tafalleses fusilados en las «sacas» y una exposición en los porches de la plaza, así como otra en los bajos del mercado de la ciudad. Además de paneles en recuerdo de las víctimas del sangriento golpe de estado, volvieron a ondear las banderas republicanas, las enseñas anarquistas rojinegras, ikurriñas y el emblema de ANV.
En el homenaje a los fallecidos destacó la figura de Maribel López, a cuyo padre mataron antes de que naciera. También hablaron los ediles de Bildu y la huérfana de Azkoien Josefina Campos. Por parte de Ahaztuak, tomó la palabra Karlos Otxoa.
Entre la multitud se encontraba Pedro José Francés (miembro de AFAN), quien sostuvo que «todos tenemos la obligación de pelear por esas ilusiones y esperanzas que mataron hace tantos años». Francés lamentó que no estuvieran presentes todas las asociaciones en el acto, pero confió en que más pronto que tarde «todos los huérfanos estén unidos».
Tras la comida popular, en lugar de la habitual flor para los familiares de las víctimas, Iñaki Egaña les hizo entrega de un lápiz para que escriban con él su experiencia y que jamás se pierda. El portavoz de Euskal Memoria explicó que la idea le llegó después de encontrar un lápiz en la fosa de un republicano y que es ese lápiz la mejor herramienta para que los vascos escriban su historia.
Ni un preso más
Bajo una txapela con la «A» de anarquía bordada en hilo rojo se encontraba Lucio Urtubia, el albañil de Cascante que puso en jaque a uno de los bancos más importantes del mundo con sus falsificaciones. «Quiero dejar bien claro que no tengo rencor a nadie, pero que tampoco olvido. Y, como no olvido, a veces lloro», confesó Urtubia. «De lo que estoy en contra es de las cárceles. Toda mi vida he estado en contra de meter a la gente en un agujero y lavarse las manos. No lo quiero ni para mis enemigos. Si a mí me hubieran metido en la cárcel, sólo hubiera acumulado odio y venganza».
«Hay que sacar a todos los presos de esos agujeros. A todos, porque no es castigo para nadie. Ni siquiera para el Urdangarín ese -añadió-. Si ha robado, que le expropien, pero nada de agujeros. Nunca más», sentenció el albañil.