Iker Muniain
Los 19, del 19, el 19
Aquella «raspa» que dibujaba diabluras en la Txantrea y con 12 años se fue a Lezama, crece hoy en el club «que lo es todo» para él.
Joseba VIVANCO
El imprevisible Groucho Marx contaba, en su autobiografía, que nació a una temprana edad. Probablemente a la misma a la que Iker Muniain comenzó a dar patadas a un balón, cuando, como contaba en alguna ocasión su amatxu, no dejaba la pelota ni para ir al baño. Aún guarda su primer Mikasa, desinflado, aquel que le regalaron con un añito. Hoy, aquel chavalín del barrio de la Txantrea que jugaba más que nadie, que marcaba goles de vaselina cuando aún era un mocoso, a quien después pretendió el Barça, pero que se vino a Lezama cuando era un infantil, cumple hoy 19 años, el día 19 y con el 19 a la espalda.
Parafraseando a Francisco de Quevedo, «un chaval a un balón pegado». Una pelota cosida al pie derecho es la que ha guiado la vertigionosa vida del mayor de dos hermanos de una familia que desde que él empezó a despuntar para esto del fútbol, se dice, ha sido su mayor sostén, su conciencia, su angelito bueno sobre su hombro para mantenerle con los pies en el suelo.
El bueno de Iker no olvidará nunca lo sufrido que fue, con 12 años, dejar atrás familia, amigos, barrio... En julio el Athletic lo captó, en agosto ya estaba viviendo en la `resi' de Derio. «Fue muy duro. Después, el tiempo me ha hecho madurar y cada vez me he ido haciendo más fuerte», cuenta. Aquellos sollozos derramados en las solitarias noches lejos de su entorno se han tornado en lágrimas de alegría con el paso de los años.
Pero ni por un instante dudó en coger las maletas. «Mis padres me dijeron que el Athletic se había interesado por mí y al preguntarme qué me parecía, no lo dudé ni un segundo: les dije que me venía para Bilbao. Que, por supuesto, les iba a echar de menos, pero que me tenía que venir aquí como fuese».
Rechazó al Barça
Aquel joven que se divertía jugando al fútbol había recalado en la factoría `bilbaina' de la Txantrea con cinco años. «Era una raspa», suele decir José Luis Nagore, presidente del club iruindarra. «Ya se le veía que era un chaval con unas cualidades innatas para jugar», apuntaba uno de sus técnicos de la infancia, Txuma Miranda.
Prometía tanto que hasta desde La Masía le tentaron. «Acerté viniendo al Athletic en lugar de ir al Barcelona. No me arrepiento para nada», ha dicho el joven Iker, que siempre ha negado también que Osasuna negociara primero con él antes que el Athletic, como aseguró el presidente navarro Patxi Izco.
En Lezama -en donde recaló junto a Iñigo Eguaras y Joseba Alkuaz-, le esperaba una tierra llena de oportunidades, además del apoyo de sus primos Julen y Adrien Goñi, el también cobijo de Iñigo Pérez, amén de quien se iba a convertir en su segundo padre, el hoy felizmente recuperado para Lezama, Koldo Asua.
A partir de ahí, una trayectoria meteórica, saltando categorías hasta llegar al Bilbao Athletic casi sin foguearse con el juvenil y menos por el Basconia. Técnicos de Lezama como Vicen Gómez, Unai Melgosa, Bingen Arostegi y Kike Liñero acabaron de pulir a aquel chaval: si no llegaba arriba, no lo haría nadie.
Con 14 años Joaquín Caparrós se lo lleva a una pretemporada. Fue un `bombazo' mediático. Compartió habitación con Ismael López, pero acabó durmiendo en la habitación de Amorebieta y Susaeta... entre ambos. Allí surgió la amistad entre él y el de Cantaura. «Desde muy niño siempre ha estado muy pendiente de mí y me ha cuidado. Me traía y me llevaba a la residencia y me llevaba a comer a su casa. Fue una cosa que salió de él», narra Iker. Y quién si no le iba a colgar el ya famoso apodo. «Estaba un día él en la enfermería y entré. Dijo ``ahí viene Bart''. Los que estaban rieron y me quedé con el mote».
Con 16 años, su primer amistoso con los `mayores' contra el Amorebieta, junto a su brother Jonás Ramalho. «Nos mirábamos los dos y no nos lo creíamos. Sería un amistoso, pero para nosotros dos era como la final de la Liga de Campeones».
Su debut oficial, el 30 de julio de 2009, a los 16 años, 7 meses y 11 días, al saltar al césped de San Mamés, ante el Young Boys. «No me lo podía creer. Luego, salir y escuchar la ovación de San Mamés... me hizo sentir en la cima del mundo». No olvida aquel instante, nunca se cansa de ver el vídeo de aquel momento en que pisó la hierba de `La Catedral'. Luego, en la vuelta, su primer gol como león.
Jugaba con el `27' a la espalda; le daba igual: «Con tal de jugar con el escudo del Athletic, como si juego con el 80.000», dijo. Al comienzo de esta temporada 2011-12, optó por el `19', cuando todos esperaban que asumiera el `17' dejado por Etxeberria. Pero él lo tenía claro, nació un día 19, como su hermano Andoni.
El más joven en debutar, el más joven en marcar un gol -no sólo como rojiblanco, sino en la historia de Primera División-. Joaquín Caparrós lo maduró y Marcelo Bielsa promete sacarle chispas. Hoy, gasta galones en el primer equipo y recibe elogios aquí y en media Europa.
El Iker más personal
Pero tras el Muniain futbolista, hay un Iker que se reconoce tímido y a la vez fanfarrón; al que ya Amorebieta no le tiene que llevar en coche porque conduce el suyo propio; cuyo ídolo era un tal Ronaldinho; que le gusta el cine; que es un as a la Play-Station; que su novia es cheerleader del Bilbao Basket; que tiene un perro llamado `Kun'; que guarda sus partidos en vídeos; que dejó los estudios al acabar la ESO y que hoy cursa como otros compañeros para obtener un título de técnico superior de fútbol; que avanza en sus conocimientos de euskera; que su twitter tenía ayer 128.734 seguidores; que estas Navidades se atreve a competir con `Antton' Griezmann para ver quién entona mejor el ``Horra, horra''...
Iker Muniain hace tiempo que se hizo mayor, incluso antes de cumplir los 18. Hoy, sopla 19 velas. Y parece que lleva toda la vida en la retina de la grada de San Mamés, de su Athletic, ese que, para él, lo sintetiza con profunda sencillez: «Lo es todo».