Iñaki LEKUONA Periodista
Injusticia perpetua
Aprincipios de los 80, con la Guerra Fría bombardeando medio planeta, Jacques Chirac, entonces honorabilísimo alcalde de París, decidió que meter mano en el erario público para financiar su partido era del todo justo. Casi tres décadas después, un tribunal le ha condenado a dos años de cárcel, una pena que no cumplirá debido a que por su avanzada edad supondría en la práctica una cadena perpetua.
En aquellos mismos ochenta, Ilich Ramírez Sánchez, Carlos, buscaba su propia justicia. Un tribunal francés acaba de condenarle a una segunda cadena perpetua como instigador de varios atentados en los que fallecieron ciudadanos franceses, cargo que él niega. Su defensa ha recurrido la condena, aunque el intento parece baldío. Probablemente nunca salga vivo de prisión, ni cuando alcance la clemente edad de Chirac, quien también niega los cargos. Chirac, en cambio, no recurrirá. Asegura no tener más fuerzas para limpiar su nombre. Ya no es aquel animal político que, en 1986, después de vaciar las arcas de la Alcaldía de París y una vez nombrado primer ministro, se mostraba públicamente orgulloso de los dos militares franceses juzgados en Nueva Zelanda por el asesinato del fotógrafo Fernando Pereira, muerto en el hundimiento del Rainbow Warrior en el 85.
Francia no ha perseguido nunca a los instigadores de aquel atentado mortal, Jacques Chirac tampoco lo ha sido por apología del terrorismo y los dos militares franceses condenados en Nueva Zelanda fueron repatriados a los pocos meses, puestos libertad y condecorados por el gobierno galo. Mientras, Fernando Pereira sigue sumergido en el olvido, encadenado a una injusticia perpetua.