La Mesa del Congreso apenas necesitó unos minutos para rechazar el recurso presentado por Amaiur por no habérsele permitido constituir un grupo parlamentario propio, lo que contribuye a asentar la idea de que se trata de una decisión política, que nada tiene que ver con la interpretación del reglamento. A nadie se le escapa, dentro y fuera de la Cámara, que si en vez de la coalición soberanista de izquierdas hubiera sido otra la formación que se encontrara en esas circunstancias, habría tenido grupo. Hay varios precedentes que permiten aseverarlo. Estamos, por tanto, ante una decisión política del PP, que probablemente habrá sido interpretada por mucha gente como una pataleta ante los excelentes resultados de Amaiur. Sin embargo, la decisión del PP es más que una pataleta. Es también una muestra de desprecio a las 334.498 personas que votaron a la coalición el 20N y puede ser, asimismo, un indicador de cómo pretende abordar Mariano Rajoy el nuevo ciclo en Euskal Herria. Si así fuera, sería un elemento preocupante para quienes trabajan por una solución democrática al conflicto.

Con todo, el PP, y de su mano el Estado, han vuelto a mostrar su rostro más autoritario y antidemocrático, y en términos políticos la maniobra contra Amaiur solo servirá para desacreditarlos, aún más, ante la sociedad vasca.