Fermin Munarriz | Periodista
La bella y el indignado
Algunos publicistas deberían estar en la lista de los canallas más buscados. Por banalizar el sentido de ciertas cosas muy serias en la vida. Por ejemplo, que en Haití, dos años después del terremoto que dejó tras de sí 300.000 muertos, todavía hay 500.000 personas que malviven en campamentos de refugiados, y apenas se consiguen los 250 millones de euros necesarios para darles un año más de vida. Calderilla. Sin embargo, en Libia, solo en misiles, las potencias extranjeras han gastado 100 millones... diarios.
En ese contexto tan entrañable, la firma de moda Donna Karan acaba de difundir una campaña publicitaria en la que una supermodelo exhibe la colección Primavera 2012 en Haití. En una de las imágenes, la bella posa ante dos jóvenes locales que miran la situación con expresión de desconcierto. Y eso sin saber que el vestido cuesta 1.500 euros ni que van a ser mostrados como decorado en los luminosos de Time Square.
Lógicamente, a Karan y a su publicista les ha caído lo que no está escrito. Pero el capitalismo es muy pornográfico y cuando alguien intenta arreglarlo, lo estropea todavía más. La campaña -justifica la firma- «infunde el vibrante espíritu de Haití con la sexy inspiración de Nueva York». Nos deja mucho más tranquilos: la tendencia de esta temporada en complementos entre las blancas ricas es llevar dos negros desharrapados detrás del collar.
Es muy difícil no sentirse indignado. Pero, cuidado, siempre acecha un publicista dispuesto a convertir un noble sentimiento de enfado en negocio. Como Movistar, la firma de Telefónica que ha recurrido en sus anuncios a las asambleas vecinales inspiradas en el movimiento de rebeldía ciudadana para vender lucro. Tal vez porque es Telefónica la que paga los 6.000 euros mensuales del alquiler de la vivienda en Washington del refugiado Urdangarín, que dijo sentirse «indignado» ante la inminencia de ser imputado por malversación de caudales públicos y fraude. El duque es, además, delegado de la compañía en Latinoamérica (600.000 euros anuales) justo desde el casual momento en que los abogados le recomendaron tomar el fresco en otro país.
Pero uno no pierde la esperanza. La propia Telefónica ha adelantado su plan de despedir a 8.500 empleados. Y esa sí es una buena asamblea de indignados. ¡No les va a caber en el anuncio!