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ANALISIA | NUEVO TIEMPO EN EUSKAL HERRIA

Una semana que ha fijado tres posiciones y una incógnita para los próximos meses

Con lo visto esta semana en torno a la investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno español se pueden intuir las posiciones de los principales agentes políticos vascos para los próximos meses. Declaraciones, gestos, actitudes, silencios y llamadas telefónicas ofrecen algunas pistas al respecto.

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Iñaki IRIONDO

Semana de investidura y de formación de Gobierno en Madrid y semana de fijar posiciones para los próximos meses en Euskal Herria. Así lo han hecho las principales fuerzas -Amaiur, PP y PNV-, mientras que el PSOE, con lehendakari en la CAV y vicepresidente «abajo firmante» en Nafarroa, parece andar buscándose a sí mismo enredado en tres laberintos, según sea su ámbito territorial.

Se ha abierto un periodo en el que cada cual tratará de colocar su campamento base desde el que acometer empresas más altas. Pero los tiempos y las urgencias no son iguales para todos. El Gobierno del PP tiene un primer examen en marzo en las elecciones andaluzas y eso va a marcar sus pasos y prudencias iniciales. Amaiur quisiera ver avances en el proceso de normalización. El PNV tiene la vuelta a Ajuria Enea como pancarta final de esta primera etapa, pero antes ha de pasar por la meta volante de la reelección del EBB y por el sprint bonificado de dar con el candidato a lehendakari. Y el PSOE, entre tanto, bastante tiene con no cavar su propia tumba política.

Sirimiri en Madrid

Los diez representantes de Amaiur han causado buena impresión en las Cortes. Esa es una de sus misiones. Iñaki Antigüedad aprovechó su turno de palabra y su elocuencia para fijar la idea de que han ido al Congreso para reclamar una resolución integral del conflicto, reivindicar los derechos nacionales de Euskal Herria y defender una salida social a la crisis, pero que todo eso lo saben hacer con buenas maneras y una mano tendida, a pesar de la bofetada sufrida con la arbitraria denegación del grupo parlamentario.

Le explicaron a Mariano Rajoy que aunque no les quisiera ver están allí, son una representación cualitativamente muy importante de Euskal Herria y que, cuando busque una solución, los encontrará «atornillados» a la mesa y dispuestos a hablar.

No pretende Amaiur convertirse en interlocutor del Gobierno; al menos, no todavía. Su objetivo es hacer calar, como hace el sirimiri, la idea de que la suya es una posición dialogante, democrática y razonable, que podrá ser discutible pero que para eso hay que -precisamente- sentarse a hablar y debatir. Trabajarán en Madrid para ganar complicidades con otros partidos y con líderes de opinión. Pero lo que les interesa de verdad es ir convenciendo a sectores cada vez más amplios de la sociedad vasca; y lograr que lo que hasta ayer eran reivindicaciones propias -como el fin de la excepcionalidad en el tratamiento a los presos vascos- sean también defendidas por otros.

Amaiur ha dado muestras ya de que huirá de la estridencia. Por eso se abstuvieron en la votación, al ser la única forma de no participar que les quedaba reglamentariamente sin tener que ofrecer la imagen de marcharse de sus escaños. Quieren que el mundo y sus observadores vean que no son ellos los intransigentes.

El comodín de «la Ley»

El PP de la mayoría absoluta de Mariano Rajoy se ha colocado donde cabía esperar que lo hiciera, tratando a Amaiur no como representante de 334.498 vascos y vascas, sino como un enemigo a combatir con todas las baterías del Estado. De nuevo, la apelación al cumplimiento de la ley se ha retorcido hasta la ilegalidad de negarle el grupo parlamentario. A la mano tendida de Iñaki Antigüedad le dio Mariano Rajoy una contestación de taberna.

Quiso el candidato hacer como que nada pasaba en Euskal Herria, eludiendo cualquier mención en su discurso. Otra forma de marcar posición tan elocuente como las palabras. Interpelado directamente, respondió (tiremos de tópico) a la gallega, con la pregunta de qué se puede esperar de quien quiere ser presidente del Gobierno más que el cumplimiento de la ley, los decretos y los reglamentos. Pues se puede esperar que los interprete, que haga buen uso de ellos y, si fuera necesario, que los cambie. Eso es la política.

El comodín de «la Ley» da para mucho. De hecho, el portavoz jeltzale, Josu Erkoreka, le indicó que sin cambiar un ápice la legalidad ni forzarla de ninguna manera puede hacer cambios en materia penitenciaria.

Rajoy ya ha evidenciado en esta semana que tendrá dos registros en lo relativo a Euskal Herria. En público vociferará contra Amaiur y la izquierda abertzale, pero al mismo tiempo ha abierto canales discretos con el PNV y Lakua para, como dice su ministro de Interior, Jorge Fernández Díez, buscar los caminos para «convencer» a ETA de que se disuelva. Queda por ver hasta dónde quiere avanzar por ese cauce y cuántos resortes de poder puede controlar sin que se le desboquen.

El buen y noble vasco

Todo apunta a que el presidente del PP vasco, Antonio Basagoiti, va a convertirse en el enlace con el PNV y en el guardián de Lehendakaritza. A él le correspondió desbrozar con Iñigo Urkullu el camino de la abstención jeltzale en la votación de investidura, quedando luego para Rajoy la llamada telefónica que confirmara la línea directa con Sabin Etxea y la amable respuesta parlamentaria que limara las últimas asperezas.

El PP tiene la idea de que se podía haber llegado al estadio actual de cese de la lucha armada de ETA sin haber engordado electoralmente a la izquierda abertzale. Y en sus cálculos está el intentar hacer ver que los avances que puedan darse en el proceso a partir de ahora no son atribuibles al independentismo, sino pasos que dan «los demócratas».

Puestos a elegir, prefiere compartir méritos con el PNV, buen y noble vasco, que con la irredenta Amaiur. Y harán bien los jeltzales en aprovechar la oportunidad, si ello puede redundar en avances en el proceso. Pero, al mismo tiempo, Sabin Etxea deberá cuidar hasta dónde llega su relación con un gobierno de la derecha española cuyo santo y seña en los próximos meses van a ser los recortes económicos, con la repercusión social que ello tendrá y con los mordiscos que llegarán a competencias autonómicas desde el ministerio de Cristóbal Montoro.

Con acuerdos en todos los territorios, el PNV está fijando su posición de partido de gobierno, pensando en la vuelta a Ajuria Enea.

El espacio vacío

Y ahora que, más o menos, cada actor tiene claro su papel para los próximos meses, el PSOE no se halla. En el ámbito estatal, y tras la estrepitosa derrota del 20N, los manifiestos se afilan como navajas dejando al herido en peligro de desangrarse.

En Nafarroa, el PSN es copartícipe del gobierno recortador de una Yolanda Barcina coaligada con Mariano Rajoy. Y Roberto Jiménez parece no saber a estas alturas si es oposición, vanguardia o gobernante.

Y en la CAV, Patxi López no encuentra el camino para salir de la vía muerta que le llevó a acabar en un tren a siete mil kilómetros de su país el día en que ETA cambió la historia. Con Zapatero y Rubalcaba en la Moncloa, el lehendakari no quiso marcar una línea propia como le indicaba Jesús Eguiguren, y la ciudadanía vasca, lejos de verle como un activo para la paz, lo encuadró entre los obstáculos. Peor que eso: tras el claro fuera de juego en el que estuvo entre la Declaración de Aiete y el comunicado del 20 de octubre, pasó a ser irrelevante.

¿Cuál es el papel del Gobierno de Lakua a partir de la llegada de Rajoy a la Moncloa? El mayor problema para Patxi López y el PSE es que prácticamente nadie parece hacerse siquiera esa pregunta. Es como si no importara. Como que está asumido que en cuanto convoque las elecciones será para perderlas, dejar Ajuria Enea y pasar lo que habrá sido una página anecdótica en la historia vasca.

El PP de Basagoiti le ha garantizado que lo mantendrá el año que le queda. Cabe entender que el precio será que no intente poner en apuros a Mariano Rajoy.

Siendo el único que todavía no ha elegido su papel, siempre queda el de «la heróica». Cambiar el paso. De perdidos, al río.

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