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Amparo LASHERAS | Periodista

Esta noche es Nochebuena, así que zorionak

 

En el pasado las cartas iban y venían por el mundo en barco, avión, tren o diligencia, pronto o tarde, a galope como Miguel Strogoff o en bicicleta como las que recibía Neruda. Algunas se perdían y otras llegaban en el momento más inoportuno. Unas rompían la tranquilidad y otras cambiaban la vida. Eran alegres, tristes, con faltas o de buena caligrafía, pero siempre trasmitían lejanía y ausencia. Incluso crearon un género literario y fueron el hilo argumental de muchas películas. Hoy las pocas cartas que todavía se escriben llegan en estos días. De pronto, la gente recuerda que tiene familiares, amigos y conocidos y haciendo un exceso de memoria envía cuatro palabras en una postal para desear felicidad y suerte en el año que comienza. El resto del año, ahí te quedas, sin palabras y sin buenos deseos, arrastrada a esa muerte prematura y anticipada que es el olvido. Sólo los bancos que nunca desisten continúan utilizando las cartas para anunciar la inminencia de un desahucio.

Y así va pasando el tiempo, caminando de Navidad en Navidad, entre mensajes de palabras que se escriben sin acabar y cartas de despido que se entregan en mano con frases hechas y un hipócrita «lo siento», el mismo que se escucha tantas veces en Plácido, el film de Berlanga donde se realiza una de las más ácidas críticas al cuento de la «fraternidad» navideña. Aunque la postal que les envío en esta columna (en realidad he querido escribir una carta pero no lo he conseguido), se repita en nuestras vidas como el día de la marmota, les deseo de corazón que esta Nochebuena disfruten de lo poco o mucho que tengan. Mañana será otro día. Zorionak.

 
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