Al menos 44 personas murieron y 166 resultaron heridas en dos atentados suicidas con coche bomba que el Gobierno sirio atribuyó a Al Qaeda, al día siguiente de la llegada de la misión de observadores de la Liga Árabe. Los atentados, sin precedentes en Siria desde hace más de treinta años, tuvieron lugar con varios minutos de intervalo en el barrio de Kafar Sousse, en el oeste de la capital. Su objetivo era la Dirección De la Seguridad General, el servicio de información civil más importante del país, así como un edificio de la seguridad militar.

La televisión siria mostró imágenes de civiles sacando cadáveres calcinados o mutilados, entre escombros y un cráter grande y profundo.

«Los daños materiales son considerables. Los edificios y calles vecinas a los edificios alcanzados resultaron dañadas», afirmó el Ministerio del Interior, insistiendo en que «el modo de ejecución de estos atentados y la elección de lugares concurridos de gente llevan las huellas de Al Qaeda y representan una escalada cualitativa en las operaciones terroristas de los grupos islamistas contra Siria».

El responsable de investigaciones militares de la provincia de Damasco, general Rustom Ghazali, no excluyó la posibilidad de que pudieran producirse más atentados.

«El terrorismo ha querido que el primer día de los observadores en Damasco sea una jornada trágica pero el pueblo sirio hará frente a la máquina de matar apoyada por los europeos, los americanos y algunas partes árabes», aseguró el viceministro de Asuntos Exteriores, Faisal Meqdad en el lugar de los atentados. «Es el primer regalo del terrorismo y Al-Qaeda pero vamos a facilitar al máximo la misión de la Liga árabe», insistió.

Ante la sospecha lanzada por la oposición de que el atentado pudiera inscribirse en un escenario montado por los propios servicios de seguridad sirios, contestó: «los que profieren tales alegaciones son criminales».

La oposición acusa a Damasco

El Consejo Nacional Sirio, que agrupa a varios movimientos opositores, imputó al régimen la «responsabilidad directa» de los atentados. «El régimen ha querido enviar un mensaje para advertir a los observadores árabes, para que no se acerquen a los centros de seguridad y dar la impresión al mundo de que hace frente a un peligro llegado del extranjero y no a una revolución popular», afirmó el CNS.

El Consejo acusó al Gobierno sirio de haber trasladado a miles de detenidos a cuarteles militares fortificados donde los observadores de la Liga Árabe no tienen acceso, y de advertir a «todos aquellos que trabajan en los hospitales paras que no hablen con los observadores». Un adjunto al secretario general de la Liga Árabe, Samir Seif al-Yazal, que prepara la misión de los observadores visitó el lugar del atentado y confirmó que mañana llegará un grupo de entre 30 y 50 delegados para comprobar la aplicación del plan para poner fin a la crisis tras nueve meses de revuelta, enfrentamientos armados y represión que, según la estimación de la ONU, ha dejado al menos 5.000 muertos. Según Damasco, 2.000 policías y soldados han muerto en los enfrentamientos.

Por su parte, Estados Unidos condenó «con contundencia» los atentados pero estimó que «no debían poner en entredicho la misión de los observadores».

El Gobierno francés optó por la duda al indicar que ignora el origen de los atentados, pero dijo estar preocupado por «las informaciones que describen manipulaciones orquestadas desde hace varios días por Damasco para maquillar la realidad de la represión» a los ojos de los observadores árabes.

Rusia calificó los atentados de «acto bárbaro dirigido a alimentar la confrontación». Un responsable del Gobierno de Líbano afirmó esta semana que Beirut investigaba informaciones según las cuales miembros de Al Qaeda se habrían infiltrado en Siria desde este país. Por su parte, el movimiento chií libanés Hizbulah acusó a EEUU de estar detrás de los atentados. Sugirió que se trata de una represalia por su «derrota en Irak», después de que la semana pasada sus tropas abandonaran el país tras casi nueve años de ocupación y llamó la atención sobre el hecho que estos sucedieron al día siguiente de que en Bagdad una cadena de atentados causara más de 60 muertos. El presidente libanés, Michel Sleimane telefoneó a su homólogo sirio para denunciar los «atentados terroristas».