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La paradoja antidemocrática de Garinoain no es la primera, pero sí igualmente inadmisible

El hecho de que los concejales electos de un pequeño municipio tengan que acceder a la constitución del Ayuntamiento fuertemente escoltados y por la puerta de atrás debido a la indignación de casi todos los vecinos es suficientemente ilustrativo de una situación anómala cuya resolución razonable en modo alguno puede ser la imposición. Es la situación de Garinoain, cuyos vecinos ayer protestaban masivamente contra esa imposición. No es la primera vez que en un municipio de Euskal Herria se da esa inadmisible paradoja, y no vale apelar a la ley, que se supone está al servicio de la democracia, para imponer una alcaldía en contra de la clara e inmensamente mayoritaria voluntad popular. Los cuatro años en los que el PP ostentó la alcaldía de Lizartza, entre otros casos, dejaron en evidencia el atropello antidemocrático, pero no han tenido reparos a la hora de repetir en Garinoain. El alcalde electo -por 18 votos frente a más de 300- no asistió a la constitución del Ayuntamiento y no tomó posesión de su cargo por encontrarse enfermo; sin embargo, mayor gravedad que la enfermedad del alcalde reviste la de un estado que permite y fomenta imposiciones antidemocráticas como esta.

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