Amparo LASHERAS Periodista
Solidaridad con Ekaitz, una resistencia activa
Ha pasado una semana y como todas las noches a las nueve, se cierra la puerta de la iglesia. No todos los lugares se quedan vacíos. En la calle una pancarta reta al frío y a la indiferencia de quienes no quieren saber. Arriba, las luces indican que el encierro por la libertad de Ekaitz continúa. Dentro y fuera de la parroquia de Los Ángeles de Gasteiz, la solidaridad con Ekaitz Samaniego se mantiene y fortalece en una asamblea permanente de denuncia y desobediencia. Denuncia frente al silencio y la pasividad con que la sociedad recibe o acepta las sentencias políticas de los tribunales españoles; desobediencia ante un Estado que aún mantiene los tribunales especiales para criminalizar la ideología y el quehacer político. Ekaitz fue juzgado y condenado por la Audiencia Nacional a seis años de cárcel por ser joven, vasco y tener una militancia política independentista. Ahora el Supremo ha aumentado la pena a ocho años. La orden de encarcelamiento para cumplir la sentencia se espera entre la impotencia de una decisión judicial firme y la incertidumbre de no saber cómo y cuándo llegará para robarle, igual que a muchos jóvenes de este pueblo, ocho años de vida. Un tiempo de espera en el que el apoyo humano se vuelve imprescindible y el social mucho más que necesario. Tengo la sensación de que la solidaridad con Ekaitz, el encierro en la iglesia, las movilizaciones y acciones organizadas desde la asamblea han abierto camino y están recuperando un viejo y nuevo concepto de la «resistencia activa y provocadora» que decía Gandhi, esencial en la defensa de derechos y libertades de un pueblo frente a un Estado prepotente que los niega...