Galería de perdedores
Iñaki URDANIBIA
Las novelas del escritor americano (1909-1981) hundían sus raíces en su realidad; su escritura se desliza en paralelo con su vida, dando cuenta, con la fidelidad de un espejo, del ambiente de perdedores, borrachos, parados, excombatientes; hombres derrotados, heridos por las embestidas de la existencia. Así vivió desde sus años mozos en su Detroit natal. Nelson se crió en un barrio de emigrantes judíos codeándose con los márgenes; tales frecuentaciones le impulsaron a delinquir y a radicalizarse mostrando inequívocas tendencias hacia la militancia comunista, o si no que se lo pregunten al FBI, que llegó a escribir quinientas páginas sobre las andanzas de quien con el tiempo se convertiría en amante de Simone de Beauvoir.
Su obra sirvió de inspiración a cineastas (Preminger y Dmytryk) y a cantantes (Bob Dylan cantó al boxeador Hurricane y Lou Reed bebió de él en su «Walk on the wild side»).
Publicó la novela en 1956 y, sin duda, su profesión de periodista, además de su infancia y viajes, le sirvieron de materia prima para escribir esta historia de perdedores. Un padre entregado a comer el tarro a sus paisanos con sus soflamas religiosas se olvida de su hijo, cuya educación culmina en la calle. Dove Linkhor, el hijo, escapa de aquel pueblito de Texas y se dedica a vagabundear codeándose con todo tipo de seres marginales. Se juntará con polizones que viajan en tren y sus idas y venidas se convierten en su dedicación esencial. A través de estos viajes vemos radiografiados los bajos fondos sin el recurso a enseñanzas morales ni a ningún atisbo de compasión, ni pena...
Es de celebrar la presentación de esta excelente novela, cuyo autor permaneció sepultado por el peso de sus coetáneos Faulkner, Steinbeck, Hemingway o Farrell, amén de por su comportamiento que le llevaba a la ruina económica y personal al gastarse lo que sacaba de sus guiones cinematográficos y libros en litros de alcohol y timbas.