Patxi Goñi | Trabajador y delegado de LAB
La hipocresía imperial
Todo este espectáculo propagandístico solo se corresponde con una trifulca entre imperialismos que buscan influencia geoestratégica
El pasado día 4 de diciembre se celebraron en Rusia las elecciones a la Duma (Parlamento), en las que el partido encabezado por Vladimir Putin logró la mayoría absoluta, aunque no tan clara como la que dicha fuerza política ostentaba hasta entonces, fruto de las anteriores elecciones. Desde el primer momento las denuncias de fraude por parte de la oposición (Partido Comunista y Liberal principalmente) se hicieron patentes, y más cuando la misión de observadores de OSCE corroboraron dichas denuncias, basadas en el hecho de la introducción de votos una vez finalizada la votación de la formación Rusia Unida. Esta denuncia desembocó en una serie de manifestaciones y protestas de las fuerzas opositoras que terminó con cientos de detenidos, y con el Ejército en las calles de Moscú, ciudad donde se han manifestado decenas de miles de personas para protestar por este posible fraude electoral.
Lo que me ha llamado la atención de toda esta cuestión no es si el partido liderado por Putin es capaz de montar un pucherazo en toda regla, que estoy seguro de que lo es, sino, la virulencia de las declaraciones hechas por el portavoz de la Casa Blanca, de la Secretaría de Estado estadounidense, y por la jefa de la Diplomacia Europe,a Catherine Ashton. Se han referido a: «el respeto a los derechos humanos»; unas «elecciones justas y limpias»; el «derecho de manifestación»; la «libertad de expresión»; y han denunciado la represión.
Al escuchar dichas manifestaciones en boca de tan altos representantes de EEUU y la UE, lo primero que me vino a la cabeza fue el refrán que dice: «Dime de lo que presumes, y te diré de lo careces». Tiene gracia, (maldita la gracia) que sean los representantes de estos dos bloques unidos en la organización terrorista OTAN los que ahora se pongan exquisitos con los derechos humanos, las elecciones limpias y justas, la democracia, la libertad de expresión... y denuncien la represión, cuando hemos visto y seguimos viendo cómo estos mismos políticos que ahora se llenan la boca con estos grandes principios, hace más o menos dos meses aplaudían a rabiar el linchamiento y asesi- nato de Muámmar-Al Gadafi, y unos años antes contemplábamos a través de los órganos de propaganda al servicio del imperialismo estadounidense-europeo la ejecución en la horca de Sadam Hussein.
Por no hablar de los vuelos ilegales de la CIA, a los que los gobiernos europeos se sintieron tan receptivos de Abu-Graib, de Guantánamo (aquel campo de concentración que la administración Obama iba a cerrar en cuanto llegara a la Presidencia y que ahí sigue), del apoyo al Gobierno genocida de Israel, de la bendición a la mafia anticastrista y la protección de un terrorista como Luis Posadas Carriles, de la colaboración en todos los golpes de estado ocurridos en América Latina durante el siglo XX, en la preparación de intentos de asesinato contra Fidel Castro, en el intento de golpe de estado contra el presidente Chavez en Venezuela etc. ¡Estos son los gobiernos que ahora se rasgan las vestiduras! ¡Hipócritas!
Claro que son los mismos hipócritas que han estado callados como tumbas mientras el Ejército ruso ha estado machacando a la ciudadanía chechena, o los mismos farsantes que miraron para otro lado mientras Boris Yeltsin bombardeaba la Duma, ¡Este sí que era todo un demócrata!
En realidad, todo este espectáculo propagandístico solo se corresponde con una trifulca entre imperialismos que lo único que buscan es la influencia geoestratégica y económica dentro del sistema de la globalización imperialista para hacerse con los recursos energéticos a través de sus «áreas de influencia», y si para lograrlo tienen que montar farsas electorales, acabar con el derecho de manifestación, redoblar la represión... lo harán sin duda alguna. Todo lo demás no es más que una pose o un «brindis al sol», para que sus órganos de propaganda (prensa, radio y TV) sigan manipulando y mintiendo a esa masa abstracta denominada opinión pública, para que piense que sigue vi- viendo en una democracia.